En la bruma de un sueño sin final,
me pierdo entre sombras de un ayer lejano,
buscando el eco de un suspiro olvidado,
donde el tiempo, inclemente, dejó su señal.
Mis pasos, errantes, dibujan senderos
en un bosque de recuerdos que no volverán,
cada hoja caída es un anhelo,
cada rama rota, un destino que no se cumplirá.
Me hundo en la niebla, en la distancia,
donde se ahogan las voces de un amor marchito,
y la soledad se cierne con su manto infinito,
cubriendo mi alma con su fría fragancia.
Perdida estoy, en un laberinto sin salida,
donde la luz se desdibuja en la penumbra,
y el latido del corazón, apenas se escucha,
como un susurro de una vida ya extinguida.
¿Dónde hallaré la senda de regreso?
¿Dónde está la puerta a la paz ansiada?
Si todo lo que fui, se ha desvanecido en la nada,
y en el vacío, mi ser se encuentra preso.
Pero aún en la pérdida, en la desolación,
hay un eco, una chispa de esperanza tenue,
un rayo de sol que, aunque tenue,
me susurra que tal vez, hay redención.