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sábado, 22 de febrero de 2014

Caminante no hay camino



Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.

Antonio Machado

Anoche cuando dormía




                                                                Anoche cuando dormía 
soñé ¡bendita ilusión! 
que una fontana fluía 
dentro de mi corazón. 
Dí: ¿por qué acequia escondida, 
agua, vienes hasta mí, 
manantial de nueva vida 
en donde nunca bebí? 

Anoche cuando dormía 
soñé ¡bendita ilusión! 
que una colmena tenía 
dentro de mi corazón; 
y las doradas abejas 
iban fabricando en él, 
con las amarguras viejas, 
blanca cera y dulce miel. 

Anoche cuando dormía 
soñé ¡bendita ilusión! 
que un ardiente sol lucía 
dentro de mi corazón. 
Era ardiente porque daba 
calores de rojo hogar, 
y era sol porque alumbraba 
y porque hacía llorar. 

Anoche cuando dormía 
soñé ¡bendita ilusión! 
que era Dios lo que tenía 
dentro de mi corazón.

Antonio Machado



      

Caso


A un cruzado caballero, 
garrido y noble garzón, 
en el palenque guerrero 
le clavaron un acero 
tan cerca del corazón, 

que el físico al contemplarle, 
tras verle y examinarle, 
dijo: «Quedará sin vida 
si se pretende sacarle 
el venablo de la herida». 

Por el dolor congojado, 
triste, débil, desangrado, 
después que tanto sufrió, 
con el acero clavado 
el caballero murió. 

Pues el físico decía 
que, en dicho caso, quien 
una herida tal tenía, 
con el venablo moría, 
sin el venablo también. 

¿No comprendes, Asunción, 
la historia que te he contado, 
la del garrido garzón 
con el acero clavado 
muy cerca del corazón? 

Pues el caso es verdadero; 
yo soy el herido, ingrata, 
y tu amor es el acero: 
¡si me lo quitas, me muero; 
si me lo dejas, me mata!


Rubén Darío

Caracol



En la playa he encontrado un caracol de oro 
macizo y recamado de las perlas más finas; 
Europa le ha tocado con sus manos divinas 
cuando cruzó las ondas sobre el celeste toro. 

He llevado a mis labios el caracol sonoro 
y he suscitado el eco de las dianas marinas, 
le acerqué a mis oídos y las azules minas 
me han contado en voz baja su secreto tesoro. 

Así la sal me llega de los vientos amargos 
que en sus hinchadas velas sintió la nave Argos 
cuando amaron los astros el sueño de Jasón; 

y oigo un rumor de olas y un incógnito acento 
y un profundo oleaje y un misterioso viento... 
(El caracol la forma tiene de un corazón.)


Rubén Darío

Canción de otoño en primavera



Juventud, divino tesoro, 
¡ya te vas para no volver! 
Cuando quiero llorar, no lloro... 
y a veces lloro sin querer... 

Plural ha sido la celeste 
historia de mi corazón. 
Era una dulce niña, en este 
mundo de duelo y de aflicción. 

Miraba como el alba pura; 
sonreía como una flor. 
Era su cabellera obscura 
hecha de noche y de dolor. 

Yo era tímido como un niño. 
Ella, naturalmente, fue, 
para mi amor hecho de armiño, 
Herodías y Salomé... 

Juventud, divino tesoro, 
¡ya te vas para no volver! 
Cuando quiero llorar, no lloro... 
y a veces lloro sin querer... 

Y más consoladora y más 
halagadora y expresiva, 
la otra fue más sensitiva 
cual no pensé encontrar jamás. 

Pues a su continua ternura 
una pasión violenta unía. 
En un peplo de gasa pura 
una bacante se envolvía... 

En sus brazos tomó mi ensueño 
y lo arrulló como a un bebé... 
Y te mató, triste y pequeño, 
falto de luz, falto de fe... 

Juventud, divino tesoro, 
¡te fuiste para no volver! 
Cuando quiero llorar, no lloro... 
y a veces lloro sin querer... 

Otra juzgó que era mi boca 
el estuche de su pasión; 
y que me roería, loca, 
con sus dientes el corazón. 

Poniendo en un amor de exceso 
la mira de su voluntad, 
mientras eran abrazo y beso 
síntesis de la eternidad; 

y de nuestra carne ligera 
imaginar siempre un Edén, 
sin pensar que la Primavera 
y la carne acaban también... 

Juventud, divino tesoro, 
¡ya te vas para no volver! 
Cuando quiero llorar, no lloro... 
y a veces lloro sin querer. 

¡Y las demás! En tantos climas, 
en tantas tierras siempre son, 
si no pretextos de mis rimas 
fantasmas de mi corazón. 

En vano busqué a la princesa 
que estaba triste de esperar. 
La vida es dura. Amarga y pesa. 
¡Ya no hay princesa que cantar! 

Mas a pesar del tiempo terco, 
mi sed de amor no tiene fin; 
con el cabello gris, me acerco 
a los rosales del jardín... 

Juventud, divino tesoro, 
¡ya te vas para no volver! 
Cuando quiero llorar, no lloro... 
y a veces lloro sin querer... 
¡Mas es mía el Alba de oro!

Rubén Darío

DE UNA REFLEXIÓN CUERDA


Con el dolor de la mortal herida,
de un agravio de amor me lamentaba,
y por ver si la muerte se llegaba
procuraba que fuese más crecida.

Toda en el mal el alma divertida,
pena por pena su dolor sumaba,
y en cada circunstancia ponderaba
que sobraban mil muertes a una vida.

Y cuando, al golpe de uno y otro tiro
rendido el corazón, daba penoso
señas de dar el último suspiro,

no sé con qué destino prodigioso
volví a mi acuerdo y dije: ¿qué me admiro?
¿Quién en amor ha sido más dichoso?


Sor Juana Inés de la Cruz