Paseando en el crepúsculo, bajo el cielo enigmático,
mis pasos se deslizan por un mundo extático.
La tarde se desviste, y el sol se oculta despacio,
mientras las sombras crecen y envuelven el espacio.
El viento susurra secretos en mi oído,
mientras la luz se desvanece, sin ningún ruido.
Los colores se difuminan, danzando en el horizonte,
mientras mi alma se eleva, sin medida ni monte.
El crepúsculo es un lienzo donde la magia se fragua,
donde los sueños cobran vida y el alma se desnuda.
Los árboles se mecen al compás de un suspiro,
mientras las estrellas titilan, en su dulce retiro.
El silencio se adueña de este instante divino,
mientras mis pensamientos vuelan sin destino.
En cada rayo que se apaga, veo una historia perdida,
que se desvanece en el crepúsculo, sin medida.
Paseando en el crepúsculo, me pierdo en la eternidad,
sintiendo la melancolía y la paz en mi soledad.
Las luces de la noche brillan con su resplandor,
y en el crepúsculo encuentro un abrazo interior.
Así, entre luces y sombras, el tiempo se desvanece,
mientras mi corazón en el crepúsculo florece.
En cada paso que doy, me encuentro con mi esencia,
y en el crepúsculo encuentro mi propia trascendencia.
Paseando en el crepúsculo, mi ser se llena de calma,
sabiendo que en la oscuridad, también hay luz en el alma.
Y así, caminando entre susurros y suspiros,
me fundo con el crepúsculo, en un amor sin giros.
Paseo en el crepúsculo, con pasos serenos y lentos,
y en cada atardecer, encuentro nuevos momentos.
El crepúsculo me abraza, me envuelve con su encanto,
y en cada paseo, siento que vuelo sin manto.
