En un rincón del tiempo, el reloj reposa
sus lindas campanadas que anuncian cada hora.
Sus manos diligentes, sin cesar se deslizan,
marcando el compás de la vida que precisa.
Con su tic-tac constante, nos guía en el camino,
haciéndonos conscientes de nuestro destino.
Sus números y agujas, en danza armoniosa,
nos enseñan el paso de una forma graciosa.
A cada movimiento, sus campanas resuenan,
un canto melódico que en el aire se adueña.
Sonidos encantadores, dulces como la miel,
nos transportan a momentos de ensueño y de piel.
El reloj es testigo de instantes fugaces,
nos recuerda que el tiempo no espera ni se aplaza.
Con sus campanadas, nos llama a la acción,
a aprovechar el presente con pasión.
Y cuando la noche envuelve el firmamento,
sus campanas sonoras rompen el silencio.
Un concierto de notas que nos hacen soñar,
y en cada tañido, el tiempo se hace eternidad.
Oh, reloj amigo, con tu magia sutil,
nos regalas el ritmo que guía nuestro vivir.
Con cada campanada, nuestra vida se expande,
en un vaivén armonioso que el universo desbande.
Así, al son de tus campanas, reloj querido,
nos sumergimos en el tiempo con un sentido.
Y en cada tañido, y en cada melodía,
encontramos la belleza de la vida cada día.