Create your own banner at mybannermaker.com!

jueves, 27 de febrero de 2014

Amorosa anticipación


Ni la intimidad de tu frente clara como una fiesta 
ni la costumbre de tu cuerpo, aún misterioso y tácito y de niña, 
ni la sucesión de tu vida asumiendo palabras o silencios 
serán favor tan misterioso 
como el mirar tu sueño implicado 
en la vigilia de mis brazos. 
Virgen milagrosamente otra vez por la virtud absolutoria del sueño, 
quieta y resplandeciente como una dicha que la memoria elige, 
me darás esa orilla de tu vida que tú misma no tienes, 
Arrojado a quietud 
divisaré esa playa última de tu ser 
y te veré por vez primera, quizá, 
como Dios ha de verte, 
desbaratada la ficción del Tiempo 
sin el amor, sin mí.


Jorge Luis Borges



Alhambra



Grata la voz del agua 
a quien abrumaron negras arenas, 
grato a la mano cóncava 
el mármol circular de la columna, 
gratos los finos laberintos del agua 
entre los limoneros, 
grata la música del zéjel, 
grato el amor y grata la plegaria 
dirigida a un Dios que está solo, 
grato el jazmín. 

Vano el alfanje 
ante las largas lanzas de los muchos, 
vano ser el mejor. 
Grato sentir o presentir, rey doliente, 
que tus dulzuras son adioses, 
que te será negada la llave, 
que la cruz del infiel borrará la luna, 
que la tarde que miras es la última.


Jorge Luis Borges

Alguien


Un hombre trabajado por el tiempo, 
un hombre que ni siquiera espera la muerte 
(las pruebas de la muerte son estadísticas 
y nadie hay que no corra el albur 
de ser el primer inmortal), 
un hombre que ha aprendido a agradecer 
las modestas limosnas de los días: 
el sueño, la rutina, el sabor del agua, 
una no sospechada etimología, 
un verso latino o sajón, 
la memoria de una mujer que lo ha abandonado 
hace ya tantos años 
que hoy puede recordarla sin amargura, 
un hombre que no ignora que el presente 
ya es el porvenir y el olvido, 
un hombre que ha sido desleal 
y con el que fueron desleales, 
puede sentir de pronto, al cruzar la calle, 
una misteriosa felicidad 
que no viene del lado de la esperanza 
sino de una antigua inocencia, 
de su propia raíz o de un dios disperso. 

Sabe que no debe mirarla de cerca, 
porque hay razones más terribles que tigres 
que le demostrarán su obligación 
de ser un desdichado, 
pero humildemente recibe 
esa felicidad, esa ráfaga. 

Quizá en la muerte para siempre seremos, 
cuando el polvo sea polvo, 
esa indescifrable raíz, 
de la cual para siempre crecerá, 
ecuánime o atroz, 
nuestro solitario cielo o infierno.



                                                               Jorge Luis Borges

Ajedrez


En su grave rincón, los jugadores 
rigen las lentas piezas. El tablero 
los demora hasta el alba en su severo 
ámbito en que se odian dos colores. 

Adentro irradian mágicos rigores 
las formas: torre homérica, ligero 
caballo, armada reina, rey postrero, 
oblicuo alfil y peones agresores. 

Cuando los jugadores se hayan ido, 
cuando el tiempo los haya consumido, 
ciertamente no habrá cesado el rito. 

En el Oriente se encendió esta guerra 
cuyo anfiteatro es hoy toda la Tierra. 
Como el otro, este juego es infinito. 

II 

Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada 
reina, torre directa y peón ladino 
sobre lo negro y blanco del camino 
buscan y libran su batalla armada. 

No saben que la mano señalada 
del jugador gobierna su destino, 
no saben que un rigor adamantino 
sujeta su albedrío y su jornada. 

También el jugador es prisionero 
(la sentencia es de Omar) de otro tablero 
de negras noches y de blancos días. 

Dios mueve al jugador, y éste, la pieza. 
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza 
de polvo y tiempo y sueño y agonía?



Jorge Luis Borges

El día que me quieras



El día que me quieras tendrá más luz que junio; 
la noche que me quieras será de plenilunio, 
con notas de Beethoven vibrando en cada rayo 
sus inefables cosas, 
y habrá juntas más rosas 
que en todo el mes de mayo. 

Las fuentes cristalinas 
irán por las laderas 
saltando cristalinas 
el día que me quieras. 

El día que me quieras, los sotos escondidos 
resonarán arpegios nunca jamás oídos. 
Éxtasis de tus ojos, todas las primaveras 
que hubo y habrá en el mundo serán cuando me quieras. 

Cogidas de la mano cual rubias hermanitas, 
luciendo golas cándidas, irán las margaritas 
por montes y praderas, 
delante de tus pasos, el día que me quieras... 
Y si deshojas una, te dirá su inocente 
postrer pétalo blanco: ¡Apasionadamente! 

Al reventar el alba del día que me quieras, 
tendrán todos los tréboles cuatro hojas agoreras, 
y en el estanque, nido de gérmenes ignotos, 
florecerán las místicas corolas de los lotos. 

El día que me quieras será cada celaje 
ala maravillosa; cada arrebol, miraje 
de "Las Mil y una Noches"; cada brisa un cantar, 
cada árbol una lira, cada monte un altar. 

El día que me quieras, para nosotros dos 
cabrá en un solo beso la beatitud de Dios.


Amado Nervo

El celaje


¿Adónde fuiste, Amor; adónde fuiste? 
Se extinguió del poniente el manso fuego, 
y tú que me decías: «hasta luego, 
volveré por la noche»... ¡no volviste! 

¿En qué zarzas tu pie divino heriste? 
¿Qué muro cruel te ensordeció a mi ruego? 
¿Qué nieve supo congelar tu apego 
y a tu memoria hurtar mi imagen triste? 

...Amor, ¡ya no vendrás! En vano, ansioso, 
de mi balcón atalayando vivo 
el campo verde y el confín brumoso; 

y me finge un celaje fugitivo 
nave de luz en que, al final reposo, 
va tu dulce fantasma pensativo.


                                                                    Amado Nervo

El amor nuevo



Todo amor nuevo que aparece 
nos ilumina la existencia, 
nos la perfuma y enflorece. 

En la más densa oscuridad 
toda mujer es refulgencia 
y todo amor es claridad. 
Para curar la pertinaz 
pena, en las almas escondida, 
un nuevo amor es eficaz; 
porque se posa en nuestro mal 
sin lastimar nunca la herida, 
como un destello en un cristal. 

Como un ensueño en una cuna, 
como se posa en la rüina 
la piedad del rayo de la luna. 
como un encanto en un hastío, 
como en la punta de una espina 
una gotita de rocío... 

¿Que también sabe hacer sufrir? 
¿Que también sabe hacer llorar? 
¿Que también sabe hacer morir? 

-Es que tú no supiste amar...


Amado Nervo