En las tardes doradas de la infancia,
cuando el sol se desplomaba en el horizonte,
mi corazón era un pájaro libre,
volando entre sueños y risas resonantes.
Recuerdo los juegos en el parque,
donde la tierra se convertía en reinos mágicos,
y mis amigos eran valientes caballeros,
en batallas de espada con ramas y hojas.
El olor a pan recién horneado,
inundando la casa con su cálida promesa,
mientras mamá cantaba canciones suaves,
tejiendo amor en cada nota y verso.
Las noches eran lienzos de estrellas,
cuyos destellos guiaban mis sueños,
donde monstruos y héroes convivían,
en historias que solo yo conocía.
El tiempo, implacable y silencioso,
ha cubierto esos días con un velo de nostalgia,
pero en mi corazón, siempre viven,
esos momentos de pura e infinita magia.
Hoy, mientras el mundo sigue girando,
cierro los ojos y vuelvo a ser niño,
corriendo descalzo por senderos olvidados,
donde el amor y la risa eran todo lo que necesitaba.
Así, en la calma de mi ser adulto,
me aferro a esos recuerdos tan míos,
y en cada sonrisa, en cada suspiro,
revivo la eterna nostalgia de niño.
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