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miércoles, 28 de septiembre de 2011

Mariposa de oro





Sobre el lago, hacia el azul
se eleva la mariposa;
oro brillante sus alas
reverberan con el sol.

Se copia en las aguas verdes
De la orilla, cavilando
Y, al despertar, tenue, agita
Cuernitos de filigrana.

Mariposa, sigue en vuelo!
O quieto oro,
Pensativa quédate!

En el totoral liviano
jugando la mariposa
igual que flor de caléndula
pétalo trémulo va.

De aquí para allí traviesa
Como una pluma dorada
Va perdiéndose en el aire.

¡Ay mariposa amarilla,
ya huyes, ya te me acercas!
También en el corazón
se acumulan los anhelos,
y hacia el puro azul del cielo
sube su entrañable brillo.

De todas las penas juntas
escondidas en el río
con su frágil aleteo
hace surgir la alegría.

Mariposa leve y breve,
sea tu vida perenne
y perenne tu alumbrar.



  



A la estrella de la tarde



Clara estrella de la tarde
de límpido cintilar,
en el cielo y en el alma
se enciende tu luz de plata.

Cuando el trabajo termina
Tu das alivio a la vida,
Y a negra noche que asoma
Suavizas con tu blancura.

¡Brillas en el firmamento;
y el corazón iluminas!

En esta existencia mísera
todo termina de prisa;
pero tu brillar eterno
a las noches se vacía.

Sólo al mirarte, en el alma
se vierte tu luz; y dentro,
como en lago transparente,
se refleja otro Universo.

¡Brillas en el firmamento;
y el corazón iluminas!

Bella estrella de la tarde
que alegraste a los abuelos,
desde los oscuros tiempos
antorcha de blanco fuego.

Y después será lo mismo
para los hombres que vengan:
con tu luz de plata en polvo
vas a embellecer la vida.

¡Brillas en el firmamento;
y el corazón iluminas!







Si ya no vienes



Si ya no vienes, ¿ para qué te aguardo?
Y si te aguardo, di por qué no vienes,
verde y lozana zarza que mantienes
sin consumirte el fuego donde ardo.

Cuánto tardas, amor, y cuánto tardo
en rescindir los extinguidos bienes.
Ya quién me salve no lo sé, ni quienes
clavan el alma dardo sobre dardo.

A la mañana, que se vuelve oscura,
sigue la noche, que se vuelve clara
a solas con tu sed, que hiere y cura.

No quisiera pensar si no pensara
que, privado que fui de tu hermosura,
me olvidara de mí si te olvidara.