En el vasto campo del silencio,
cuando el sol se oculta despacio,
un susurro dulce y sereno
rompe la quietud del espacio.
Pequeño trovador nocturno,
vestido de verde esperanza,
canta el grillo su canción,
llena de misteriosa danza.
No es un canto grandioso,
ni eco de coros celestiales,
pero en su simpleza radica
la magia de los detalles.
Cada nota, una historia contada,
de días soleados y lluviosos,
de aventuras bajo la luna
y sueños silenciosos.
El grillo, guardián de la noche,
con su voz trémula y clara,
trae consuelo al alma errante,
que en la soledad se ampara.
Así, entre sombras y estrellas,
resuena su melodía sin fin,
un recordatorio de que en lo simple
también se encuentra el jardín.