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viernes, 8 de junio de 2012

Madīnat al-Zahrā (مدينة الزهراء)



Puerta del primer ministro.JPG 

Medina Azahara


Dos miradas se amaron en secreto
durante muchos años. Dos palabras
no dichas. Dos palabras que nadie
habrá de pronunciar. Pobres tesoros
que guardan pobres páginas. (Lo mismo
que este roto jardín, el delicado
amor de Abderrahmán.)





Lluvia








En tus ojos de lluvia
crecen pálidos árboles
de hielo
Entre sus ramas
tiembla
labrada en roca viva
la imagen de un ansioso
dios que sonríe
y mata.





Las rosas de Babilonia



No me preguntes cómo pasa el tiempo.
El caso es que ya estoy un poco sorda
y el pelo me blanquea. Sin embargo,
aún siento un no sé qué, algo muy tenue
(como un temblor de luna en un estanque),
aquí, justo en la boca del estómago,
cada vez que te miro. Qué curioso,
qué curioso, ¿verdad? Qué raro: el tiempo,
que en Babilonia destruyó las rosas,
que terminó con Júpiter y a polvo
redujo los imperios y las caras
(que todo se lo lleva por delante
como un rinoceronte enloquecido),
me parece que hoy se va a dejar
los dientes (por lo menos), en su inútil
empeño de ir borrándote esos ojos
que intactos —yo lo quiero— aquí se quedan.