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viernes, 4 de noviembre de 2011

Aire solo



Aire sólo, fervor que callo y digo,
palabra que te nombra y te delata,
que te eleva en su vuelo o te maniata:
en mi boca te encierro o te prodigo.

Te dejo a la intemperie o al abrigo,
te guardo en ventisquero o en fogata.
Pródiga, codiciosa catarata,
vas en mi labio como fiel testigo

de todo lo que en él pones y eres,
de todo lo que en él tu sed convoca
y de lo que en su amor beber quisieres.

Silencia esta ebriedad que el labio aloca
y con el agua en que dichoso mueres
cúbreme, amor, el cielo de la boca.



Búscame





¿Qué no me encuentras?
¡Si es que no me has buscado!

Búscame tras tu sombra
o en las retinas de tus ojos claros.
Búscame entre tus dedos
o en tu boca de sándalo.

Yo soy un soplo vivo
a tu vida arraigado.

Búscame por tu alcoba
entre tu sueño alado,
o por la senda rosa
de aquel amor lejano.

Por sobre tu orgullo,
en las flores azules de los prados.
Yo estoy dentro de ti
como un amor sellado.

¿Que no me encuentras dices?
Siendo en tu misma vida
que me pierdo...
¡Si es que no me has buscado!


DESEOS



Trópico, para qué me diste
las manos llenas de color.
Todo lo que yo toque
se llenará de sol.
En las tardes sutiles de otras tierras
pasaré con mis ruidos de vidrio tornasol.
Déjame un solo instante
dejar de ser grito y color.
Déjame un solo instante
cambiar de clima el corazón,
beber la penumbra de una cosa desierta,
inclinarme en silencio sobre un remoto balcón,
ahondarme en el manto de pliegues finos,
dispersarme en la orilla de una suave devoción,
acariciar dulcemente las cabelleras lacias
y escribir con un lápiz muy fino mi meditación.
¡Oh, dejar de ser un solo instante
el Ayudante de Campo del sol!
¡Trópico, para qué me diste
las manos llenas de color!