Como una flor clorótica el semblante,
que hábil pincel tiñó de leche y fresa,
emerge del pomposo guardainfante,
entre sus galas cortesanas presa.
La mano —ámbar de ensueño—, entre los tules
de la falda desmáyase y sostiene
el pañuelo riquísimo, que viene
de los ojos atónitos y azules.
Italia, Flandes, Portugal..., Poniente
sol de la gloria el último destello
en sus mejillas infantiles posa...
Y corona no más su augusta frente
la dorada ceniza del cabello,
que apenas prende el leve lazo rosa.
Manuel Machado