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domingo, 28 de mayo de 2023

Tormenta poética


En el cielo oscuro, la tormenta despierta,
truenos retumbantes y relámpagos que alertan.
Gotas de lluvia caen con furia y pasión,
empapando la tierra con su bendita canción.

El viento sopla fuerte, bailando con los árboles,
las ramas se mecen, como versos indomables.
El fragor de la tempestad envuelve el aire,
mientras la naturaleza muestra su poder sin reparo.

Las nubes grises se ciernen, como poesía en el lienzo,
pintando el firmamento con un aura de intenso.
Las lágrimas del cielo lavan penas y desvelos,
y en cada relámpago se esconde un destello.

Las calles se vacían bajo la furia del chaparrón,
las personas buscan refugio con desesperación.
Mas yo, como poeta, abrazo esta tormenta,
en su caos encuentro una paz que alimenta.

Observo tras la ventana el drama celestial,
cómo los elementos se desatan sin igual.
Las palabras fluyen, inspiradas por la furia del cielo,
y en cada trueno encuentro un verso rebelde.

El día de tormenta es un lienzo en movimiento,
donde los sentimientos se entrelazan en tormento.
Y mientras el agua golpea el cristal con insistencia,
mi pluma danza, escribiendo con paciencia.

La poesía fluye como ríos desbordados,
las letras se entrelazan en versos agitados.
La tormenta es un poema que no tiene fin,
un abrazo salvaje entre el cielo y mi seratin

En este día de tormenta, mi musa despierta,
y en cada relámpago su esencia se concierta.
Así, en medio del caos, mi voz poética se alza,
y en cada palabra, la magia de la tormenta abraza.


Amor eterno en la vejez


En la cúspide de los años,
donde el tiempo se hace bruma,
nuestro amor despliega su encanto,
en la dulce melodía de la pluma.

En el ocaso de nuestras vidas,
con arrugas que cuentan historias,
se dibuja en nuestras miradas,
la pasión que nunca fue ilusoria.

Las manos que han vivido tanto,
entrelazadas en un baile eterno,
caminan juntas por el sendero,
dejando huellas en el firmamento.

Nuestros rostros llenos de arrugas,
son testigos de una vida compartida,
cada línea representa el tiempo,
y la fortaleza de una unión decidida.

En cada paso lento y pausado,
en cada risa llena de ternura,
nuestro amor se fortalece,
en cada pétalo que la madura.

El cabello plateado y sereno,
se convierte en símbolo de sabiduría,
nuestro amor trasciende las apariencias,
y encuentra en la vejez su armonía.

En el silencio de las noches tranquilas,
nuestros corazones laten al unísono,
como una sinfonía de susurros,
que se desliza en el tiempo sin abandono.

Aunque el cuerpo ya no sea joven,
el amor se mantiene eternamente vivo,
cada gesto, cada mirada, cada abrazo,
nos recuerda que aún estamos cautivos.

Cautivos en un amor intemporal,
que el paso de los años no desvanece,
en la vejez encontramos la esencia,
de un amor puro y sin merodeces.

Así, en la serenidad de nuestra vejez,
nuestro amor se viste de añoranza,
pues cada instante juntos es un tesoro,
que guardamos con ternura y constancia.

En la vejez, el amor es un tesoro,
que brilla con luz propia y sin medida,
y mientras nuestros corazones laten,
nuestro amor perdurará en esta vida.