Descompensadas pasiones
se apoderan del mundo;
deseos de poder y podar,
de dominar y domar,
de someter y arremeter.
Adormecida la humanidad,
nada es lo mismo,
ni el amor sabe a rosa,
ni la rosa a poesía,
ni la poesía a vida,
ni la vida a manantial de luz.
Hacen falta corazones abiertos
al amor de los amores,
al amor de Dios,
en un tierra que entierra
la sonrisa de los niños
y se ciega a dar palos a los sordos.
Se precisan labradores
que cultiven labios de alma,
para que sus besos cautiven
el orbe y el urbe, el ser y el estar.
Si tú eres uno de ellos,
escríbelo en el aire,
abracemos miradas
y ciñamos corazones,
para que el poema de vivir
vuelva a la vida,
y en la vida viva y nos reviva.