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lunes, 17 de febrero de 2014

A Maestre Gonzalo de Berceo



Amo tu delicioso alejandrino 
como el de Hugo, espíritu de España; 
éste vale una copa de champaña 
como aquél vale «un vaso de bon vino». 

Mas a uno y otro pájaro divino 
la primitiva cárcel es extraña; 
el barrote maltrata, el grillo daña, 
que vuelo y libertad son su destino. 

Así procuro que en la luz resalte 
tu antiguo verso, cuyas alas doro 
y hago brillar con mi moderno esmalte; 

tiene la libertad con el decoro 
y vuelve, como al puño el gerifalte, 
trayendo del azul rimas de oro.

Rubén Darío

A Juan Ramón Jiménez



¿Tienes, joven amigo, ceñida la coraza 
para empezar, valiente, la divina pelea? 
¿Has visto si resiste el metal de tu idea 
la furia del mandoble y el peso de la maza? 

¿Te sientes con la sangre de la celeste raza 
que vida con los números pitagóricos crea? 
¿Y, como el fuerte Herakles al león de Nemea, 
a los sangrientos tigres del mal darías caza? 

¿Te enternece el azul de una noche tranquila? 
¿Escuchas pensativo el sonar de la esquila 
cuando el Angelus dice el alma de la tarde?... 

¿Tu corazón las voces ocultas interpreta? 
Sigue, entonces, tu rumbo de amor. Eres poeta. 
La belleza te cubra de luz y Dios te guarde.

Rubén Darío