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miércoles, 26 de febrero de 2014

Catulle Mendés


Puede ajustarse al pecho coraza férrea y dura; 
puede regir la lanza, la rienda del corcel; 
sus músculos de atleta soportan la armadura... 
pero el busca en las bocas rosadas leche y miel. 

Artista, hijo de Capua, que adora la hermosura, 
la carne femenina prefiere su pincel; 
y en el recinto oculto de tibia alcoba oscura 
agrega mirto y rosas a su triunfal laurel. 

Canta de los oaristis el delicioso instante, 
los besos y el delirio de la mujer amante, 
y en sus palabras tiene perfume, alma, color. 

Su ave es la venusina, la tímida paloma. 
Vencido hubiera en Grecia, vencido hubiera en Roma, 
en todos los combates del arte o del amor.


Rubén Darío

domingo, 23 de febrero de 2014

Creo en mi corazón


Creo en mi corazón, ramo de aromas 
que mi Señor como una fronda agita, 
perfumando de amor toda la vida 
y haciéndola bendita. 

Creo en mi corazón, el que no pide 
nada porque es capaz del sumo ensueño 
y abraza en el ensueño lo creado: 
¡inmenso dueño! 

Creo en mi corazón, que cuando canta 
hunde en el Dios profundo el franco herido, 
para subir de la piscina viva 
recién nacido 

Creo en mi corazón, el que tremola 
porque lo hizo el que turbó los mares, 
y en el que da la Vida orquestaciones 
como de pleamares. 

Creo en mi corazón, el que yo exprimo 
para teñir el lienzo de la vida 
de rojez o palor y que le ha hecho 
veste encendida. 

Creo en mi corazón, el que en la siembra 
por el surco sin fin fue acrecentando. 
Creo en mi corazón, siempre vertido, 
pero nunca vaciado. 

Creo en mi corazón, en que el gusano 
no ha de morder, pues mellará a la muerte; 
creo en mi corazón, el reclinado 
en el pecho de Dios terrible y fuerte.


Gabriela Mistral

QUE CONSUELA A UN CELOSO

Amor empieza por desasosiego,
solicitud, ardores y desvelos;
crece con riesgos, lances y recelos;
susténtase de llantos y de ruego.

Doctrínanle tibiezas y despego,
conserva el ser entre engañosos velos,
hasta que con agravios o con celos
apaga con sus lágrimas su fuego.

Su principio, su medio y fin es éste:
¿pues por qué, Alcino, sientes el desvío
de Celia, que otro tiempo bien te quiso?

¿Qué razón hay de que dolor te cueste?
Pues no te engañó amor, Alcino mío,
sino que llegó el término preciso.

Sor Juana Inés de la Cruz

La saeta



¡Oh, la saeta, el cantar 
al Cristo de los gitanos, 
siempre con sangre en las manos, 
siempre por desenclavar! 
¡Cantar del pueblo andaluz, 
que todas las primaveras 
anda pidiendo escaleras 
para subir a la cruz! 
¡Cantar de la tierra mía, 
que echa flores 
al Jesús de la agonía, 
y es la fe de mis mayores! 
¡Oh, no eres tú mi cantar! 
¡No puedo cantar, ni quiero 
a ese Jesús del madero, 
sino al que anduvo en el mar!


Antonio Machado

A un naranjo y a un limonero


Naranjo en maceta, ¡qué triste es tu suerte! 
Medrosas tiritan tus hojas menguadas. 
Naranjo en la corte, ¡qué pena da verte 
con tus naranjitas secas y arrugadas!. 

Pobre limonero de fruto amarillo 
cual pomo pulido de pálida cera, 
¡qué pena mirarte, mísero arbolillo 
criado en mezquino tonel de madera! 

De los claros bosques de la Andalucía, 
¿quién os trajo a esta castellana tierra 
que barren los vientos de la adusta sierra, 
hijos de los campos de la tierra mía? 

¡Gloria de los huertos, árbol limonero, 
que enciendes los frutos de pálido oro, 
y alumbras del negro cipresal austero 
las quietas plegarias erguidas en coro; 

y fresco naranjo del patio querido, 
del campo risueño y el huerto soñado, 
siempre en mi recuerdo maduro o florido 
de frondas y aromas y frutos cargado!


Antonio Machado

sábado, 22 de febrero de 2014

Anoche cuando dormía




                                                                Anoche cuando dormía 
soñé ¡bendita ilusión! 
que una fontana fluía 
dentro de mi corazón. 
Dí: ¿por qué acequia escondida, 
agua, vienes hasta mí, 
manantial de nueva vida 
en donde nunca bebí? 

Anoche cuando dormía 
soñé ¡bendita ilusión! 
que una colmena tenía 
dentro de mi corazón; 
y las doradas abejas 
iban fabricando en él, 
con las amarguras viejas, 
blanca cera y dulce miel. 

Anoche cuando dormía 
soñé ¡bendita ilusión! 
que un ardiente sol lucía 
dentro de mi corazón. 
Era ardiente porque daba 
calores de rojo hogar, 
y era sol porque alumbraba 
y porque hacía llorar. 

Anoche cuando dormía 
soñé ¡bendita ilusión! 
que era Dios lo que tenía 
dentro de mi corazón.

Antonio Machado



      

Caso


A un cruzado caballero, 
garrido y noble garzón, 
en el palenque guerrero 
le clavaron un acero 
tan cerca del corazón, 

que el físico al contemplarle, 
tras verle y examinarle, 
dijo: «Quedará sin vida 
si se pretende sacarle 
el venablo de la herida». 

Por el dolor congojado, 
triste, débil, desangrado, 
después que tanto sufrió, 
con el acero clavado 
el caballero murió. 

Pues el físico decía 
que, en dicho caso, quien 
una herida tal tenía, 
con el venablo moría, 
sin el venablo también. 

¿No comprendes, Asunción, 
la historia que te he contado, 
la del garrido garzón 
con el acero clavado 
muy cerca del corazón? 

Pues el caso es verdadero; 
yo soy el herido, ingrata, 
y tu amor es el acero: 
¡si me lo quitas, me muero; 
si me lo dejas, me mata!


Rubén Darío

Caracol



En la playa he encontrado un caracol de oro 
macizo y recamado de las perlas más finas; 
Europa le ha tocado con sus manos divinas 
cuando cruzó las ondas sobre el celeste toro. 

He llevado a mis labios el caracol sonoro 
y he suscitado el eco de las dianas marinas, 
le acerqué a mis oídos y las azules minas 
me han contado en voz baja su secreto tesoro. 

Así la sal me llega de los vientos amargos 
que en sus hinchadas velas sintió la nave Argos 
cuando amaron los astros el sueño de Jasón; 

y oigo un rumor de olas y un incógnito acento 
y un profundo oleaje y un misterioso viento... 
(El caracol la forma tiene de un corazón.)


Rubén Darío

DE UNA REFLEXIÓN CUERDA


Con el dolor de la mortal herida,
de un agravio de amor me lamentaba,
y por ver si la muerte se llegaba
procuraba que fuese más crecida.

Toda en el mal el alma divertida,
pena por pena su dolor sumaba,
y en cada circunstancia ponderaba
que sobraban mil muertes a una vida.

Y cuando, al golpe de uno y otro tiro
rendido el corazón, daba penoso
señas de dar el último suspiro,

no sé con qué destino prodigioso
volví a mi acuerdo y dije: ¿qué me admiro?
¿Quién en amor ha sido más dichoso?


Sor Juana Inés de la Cruz

viernes, 21 de febrero de 2014

CONTINÚA EL MISMO ASUNTO


Feliciano me adora y le aborrezco;
Lisardo me aborrece y yo le adoro;
por quien no me apetece ingrato, lloro,
y al que me llora tierno, no apetezco:

a quien más me desdora, el alma ofrezco;
a quien me ofrece víctimas, desdoro;
desprecio al que enriquece mi decoro
y al que le hace desprecios enriquezco;

si con mi ofensa al uno reconvengo,
me reconviene el otro a mí ofendido
y al padecer de todos modos vengo;

pues ambos atormentan mi sentido;
aquéste con pedir lo que no tengo
y aquél con no tener lo que le pido.

Sor Juana Inés de la Cruz

CONTIENE UNA FANTASÍA CONTENTA CON AMOR DECENTE


Deténte, sombra de mi bien esquivo,
imagen del hechizo que más quiero,
bella ilusión por quien alegre muero,
dulce ficción por quien penosa vivo.

Si al imán de tus gracias atractivo
sirve mi pecho de obediente acero,
¿para qué me enamoras lisonjero,
si has de burlarme luego fugitivo?

Mas blasonar no puedes satisfecho
de que triunfa de mí tu tiranía;
que aunque dejas burlado el lazo estrecho

que tu forma fantástica ceñía,
poco importa burlar brazos y pecho
si te labra prisión mi fantasía.


Sor Juana Inés de la Cruz
                                                       

Coplas




Todo adquiere en mi boca 
un sabor persistente de lágrimas; 
el manjar cotidiano, la trova 
y hasta la plegaria. 

Yo no tengo otro oficio 
después del callado de amarte, 
que este oficio de lágrimas, duro, 
que tú me dejaste. 

¡Ojos apretados 
de calientes lágrimas!, 
¡boca atribulada y convulsa, 
en que todo se me hace plegaria! 

¡Tengo una vergüenza 
de vivir de este modo cobarde! 
¡Ni voy en tu busca 
ni consigo tampoco olvidarte! 

Un remordimiento me sangra 
de mirar un cielo 
que no ven tus ojos, 
¡de palpar las rosas 
que sustenta la cal de tus huesos! 

¡Carne de miseria, 
gajo vergonzante, muerto de fatiga, 
que no baja a dormir a tu lado, 
que se aprieta, trémulo, 
al impuro pezón de la Vida!


Gabriela Mistral

1964


Ya no es mágico el mundo. Te han dejado. 
Ya no compartirás la clara luna 
ni los lentos jardines. Ya no hay una 
luna que no sea espejo del pasado, 

cristal de soledad, sol de agonías. 
Adiós las mutuas manos y las sienes 
que acercaba el amor. Hoy sólo tienes 
la fiel memoria y los desiertos días. 

Nadie pierde (repites vanamente) 
sino lo que no tiene y no ha tenido 
nunca, pero no basta ser valiente 

para aprender el arte del olvido. 
Un símbolo, una rosa, te desgarra 
y te puede matar una guitarra. 

II 

Ya no seré feliz. Tal vez no importa. 
Hay tantas otras cosas en el mundo; 
un instante cualquiera es más profundo 
y diverso que el mar. La vida es corta 

y aunque las horas son tan largas, una 
oscura maravilla nos acecha, 
la muerte, ese otro mar, esa otra flecha 
que nos libra del sol y de la luna 

y del amor. La dicha que me diste 
y me quitaste debe ser borrada; 
lo que era todo tiene que ser nada. 

Sólo que me queda el goce de estar triste, 
esa vana costumbre que me inclina 
al Sur, a cierta puerta, a cierta esquina.


Jorge Luis Borges

jueves, 20 de febrero de 2014

Campoamor



Éste del cabello cano, 
como la piel del armiño, 
juntó su candor de niño 
con su experiencia de anciano; 
cuando se tiene en la mano 
un libro de tal varón, 
abeja es cada expresión 
que, volando del papel, 
deja en los labios la miel 
y pica en el corazón.


Rubén Darío

Bon soir...



"¡Donc bon soir, mon mignon et a demain!" 

( Palabras que Ana me dejó escritas una noche 
en que tuvimos que separarnos. ) 

¡Buenas noches, mi amor, y hasta mañana! 
Hasta mañana, sí, cuando amanezca, 
y yo, después de cuarenta años 
de incoherente soñar, abra y estriegue 
los ojos del espíritu, 
como quien ha dormido mucho, mucho, 
y vaya lentamente despertando, 
y, en una progresiva lucidez, 
ate los cabos del ayer de mi alma 
( antes de que la carne la ligara ) 
y del hoy prodigioso 
en que habré de encontrarme, en este plano 
en que ya nada es ilusión y todo 
es verdad... 
¡Buenas noches, amor mío, 
buenas noches! Yo quedo en las tinieblas 
y tú volaste hacia el amanecer... 
¡Hasta mañana, amor, hasta mañana! 
Porque, aun cuando el destino 
acumulara lustro sobre lustro 
de mi prisión por vida, son fugaces 
esos lustros; sucédense los días 
como rosarios, cuyas cuentas magnas 
son los domingos... 
Son los domingos, en que, con mis flores 
voy invariablemente al cementerio 
donde yacen tus formas adoradas. 
¿Cuántos ramos de flores 
he llevado a la tumba? No lo sé. 
¿Cuántos he de llevar? Tal vez ya pocos. 
¡Tal vez ya pocos! ¡Oh, que perspectiva 
deliciosa! 
¡Quizás el carcelero 
se acerca con sus llaves resonantes 
a abrir mi calabozo para siempre! 
¿Es por ventura el eco de sus pasos 
el que se oye, a través de la ventana, 
avanzar por los quietos corredores? 
¡Buenas noches, amor de mis amores! 
Hasta luego, tal vez..., o hasta mañana.


Amado Nervo

miércoles, 19 de febrero de 2014

Año nuevo



A las doce de la noche, por las puertas de la gloria 
y al fulgor de perla y oro de una luz extraterrestre, 
sale en hombros de cuatro ángeles, y en su silla gestatoria, 
San Silvestre. 

Más hermoso que un rey mago, lleva puesta la tiara, 
de que son bellos diamantes Sirio, Arturo y Orión; 
y el anillo de su diestra hecho cual si fuese para 
Salomón. 

Sus pies cubren los joyeles de la Osa adamantina, 
y su capa raras piedras de una ilustre Visapur; 
y colgada sobre el pecho resplandece la divina 
Cruz del Sur. 

Va el pontífice hacia Oriente; ¿va a encontrar el áureo barco 
donde al brillo de la aurora viene en triunfo el rey Enero? 
Ya la aljaba de Diciembre se fue toda por el arco 
del Arquero. 

A la orilla del abismo misterioso de lo Eterno 
el inmenso Sagitario no se cansa de flechar; 
le sustenta el frío Polo, lo corona el blanco Invierno 
y le cubre los riñones el vellón azul del mar. 

Cada flecha que dispara, cada flecha es una hora; 
doce aljabas cada año para él trae el rey Enero; 
en la sombra se destaca la figura vencedora 
del Arquero. 

Al redor de la figura del gigante se oye el vuelo 
misterioso y fugitivo de las almas que se van, 
y el ruido con que pasa por la bóveda del cielo 
con sus alas membranosas el murciélago Satán. 

San Silvestre, bajo el palio de un zodíaco de virtudes, 
del celeste Vaticano se detiene en los umbrales 
mientras himnos y motetes canta un coro de laúdes 
inmortales. 

Reza el santo y pontifica y al mirar que viene el barco 
donde en triunfo llega Enero, 
ante Dios bendice al mundo y su brazo abarca el arco 
y el Arquero.


Rubén Darío

Alaba los ojos negros de Julia



¿Eva era rubia? No. Con negros ojos 
vio la manzana del jardín: con labios 
rojos probó su miel; con labios rojos 
que saben hoy más ciencia que los sabios. 

Venus tuvo el azur en sus pupilas, 
pero su hijo no. Negros y fieros, 
encienden a las tórtolas tranquilas 
los dos ojos de Eros. 

Los ojos de las reinas fabulosas, 
de las reinas magníficas y fuertes, 
tenían las pupilas tenebrosas 
que daban los amores y las muertes. 

Pentesilea, reina de amazonas; 
Judith, espada y fuerza de Betulia; 
Cleopatra, encantadora de coronas, 
la luz tuvieron de tus ojos, Julia. 

La negra, que es más luz que la luz blanca 
del sol, y las azules de los cielos. 
Luz que el más rojo resplandor arranca 
al diamante terrible de los celos. 

Luz negra, luz divina, luz que alegra 
la luz meridional, luz de las niñas, 
de las grandes ojeras, ¡oh luz negra 
que hace cantar a Pan bajo las viñas!


Rubén Darío

Canción de pescadoras



Niñita de pescadores 
que con viento y olas puedes, 
duerme pintada de conchas, 
garabateada de redes. 

Duerme encima de la duna 
que te alza y que te crece, 
oyendo la mar-nodriza 
que a más loca mejor mece. 

La red me llena la falda 
y no me deja tenerte, 
porque si rompo los nudos 
será que rompo tu suerte... 

Duérmete mejor que lo hacen 
las que en la cuna se mecen, 
la boca llena de sal 
y el sueño lleno de peces. 

Dos peces en las rodillas, 
uno plateado en la frente, 
y en el pecho, bate y bate, 
otro pez incandescente...


Gabriela Mistral

Canción amarga



¡Ay! ¡Juguemos, hijo mío, 
a la reina con el rey! 

Este verde campo es tuyo. 
¿De quién más podría ser? 
Las oleadas de la alfalfa 
para ti se han de mecer. 

Este valle es todo tuyo. 
¿De quién más podría ser? 
Para que los disfrutemos 
los pomares se hacen miel. 

(¡Ay! ¡No es cierto que tiritas 
como el Niño de Belén 
y que el seno de tu madre 
se secó de padecer!) 

El cordero está espesando 
el vellón que he de tejer. 
Y son tuyas las majadas, 
¿De quién más podrían ser? 

Y la leche del establo 
que en la ubre ha de correr, 
y el manojo de las mieses 
¿de quién más podrían ser? 

(¡Ay! ¡No es cierto que tiritas 
como el Niño de Belén 
y que el seno de tu madre 
se secó de padecer!) 

¡Sí! ¡Juguemos, hijo mío, 
a la reina con el rey!

Gabriela Mistral

martes, 18 de febrero de 2014

A Leonor



Tu cabellera es negra como el ala 
del misterio; tan negra como un lóbrego 
jamás, como un adiós, como un «¡quién sabe!» 
Pero hay algo más negro aún: ¡tus ojos! 

Tus ojos son dos magos pensativos, 
dos esfinges que duermen en la sombra, 
dos enigmas muy bellos... Pero hay algo, 
pero hay algo más bello aún: tu boca. 

Tu boca, ¡oh sí!; tu boca, hecha divinamente 
para el amor, para la cálida 
comunión del amor, tu boca joven; 
pero hay algo mejor aún: ¡tu alma! 

Tu alma recogida, silenciosa, 
de piedades tan hondas como el piélago, 
de ternuras tan hondas... 
Pero hay algo, 
pero hay algo más hondo aún: ¡tu ensueño!


Amado Nervo