Por el jardín paseaba la Abadesa
Leyendo una oración de su breviario
Sus ojos eran de un azul turquesa,
Su tez como el marfil de su rosario.
Así cruzaba la divina obsesa,
Defendida de un mal imaginario,
Por aquel corazón que su pureza
Bordara en su bendito escapulario.
Junto a la hoja sagrada que leía,
Tierna recordación, simbolizada
En una seca flor la entristecía.
Cesó su labio de moverse en rezo,
Su pena se vertió cristalizada,
Y en la cruz y en la flor puso su beso.
Abel Alarcón
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