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sábado, 15 de junio de 2024

Sueño de viajar


 

En la quietud de la noche, cierro los ojos,
y en el horizonte de mis sueños me desplazo,
un viaje sin fronteras, sin reloj ni cronómetro,
tan solo con el deseo de volar, mi fiel abrazo.

Me envuelven paisajes de mares y montañas,
ciudades doradas bajo cielos estrellados,
senderos ocultos en antiguas cabañas,
y caminos de seda, en mis pensamientos trazados.

El viento me susurra secretos milenarios,
y en sus alas me lleva a reinos olvidados,
donde el sol acaricia campos legendarios,
y el alma encuentra refugio en versos encantados.

Recorro el bullicio de mercados orientales,
con colores y aromas que embriagan la razón,
y en un rincón perdido de bosques tropicales,
descubro el murmullo de una antigua canción.

Cada paso, un eco de libertad infinita,
cada paisaje, un lienzo de vida y emoción,
en el vasto teatro del mundo, me invita
a ser protagonista de mi propia narración.

No hay destino fijo, solo el viaje eterno,
la brújula apunta hacia mi propio anhelo,
y en cada nuevo amanecer me interno,
siguiendo el rastro de un sueño sincero.

Despierto con la certeza de que algún día,
mis pies tocarán esos suelos tan ansiados,
y en el corazón, la llama que todavía
mantiene vivo el deseo, jamás apagados.

Así, mi sueño de viajar permanece,
un faro que guía mis pasos en la niebla,
y en cada rincón del alma resplandece,
la promesa de un mundo que me espera.

viernes, 14 de junio de 2024

Melancolía nueva


 

En el rincón del alma, un susurro,
un eco distante de lo que fue,
se cuela entre las sombras, murmullo
de tiempos idos, de un ayer.

La melancolía danza en silencio,
tejiendo en su manto un nuevo sentir,
mezcla de recuerdos y anhelos,
de lo que no fue y lo que está por venir.

Es un nuevo amanecer que duele,
una luz que titila, temblorosa,
en el horizonte de lo incierto,
donde la esperanza es borrosa.

Las estrellas cuentan historias,
de amores perdidos, de sueños rotos,
y en cada parpadeo, la gloria
de lo efímero, de lo hermoso.

El corazón late con un ritmo
distinto, marcado por la ausencia,
y en cada compás, un abismo
de deseos y de penitencia.

Pero en esta melancolía nueva,
hay también un rayo de luz,
una promesa sutil que eleva,
un susurro de paz, un dulzor, una cruz.

Es el canto de la vida misma,
en su dualidad y misterio,
la tristeza que lleva la brisa,
y la alegría que surge del tedio.

En el ocaso de esta jornada,
la melancolía se disipa,
dejando una lección bien guardada,
en el corazón que aún palpita.