Mirando a través de la ventana,
donde el mundo se despliega,
la poesía encuentra su morada,
y mi alma se llena de riqueza.
Las hojas bailan con el viento,
susurran historias al oído,
los colores pintan el firmamento,
en un lienzo celestial tejido.
Veinte pares de ojos curiosos,
caminan por la calle con anhelo,
sus sueños, sueños luminosos,
se entrelazan en un solo vuelo.
El sol acaricia mi rostro,
me regala un beso cálido,
mientras las nubes dan su alboroto,
creando formas en el cielo líquido.
Los pájaros cantan en coro,
su melodía embriaga el aire,
la naturaleza es un tesoro,
un regalo para quienes saben mirar.
Pero mi mirada se posa en lo humano,
en cada historia que se despliega,
cada gesto, cada paso, cada mano,
es un poema que el corazón entrega.
Poesía en el ajetreo de la ciudad,
en las miradas que se encuentran,
en el amor que se hace eternidad,
y en los sueños que no se detienen.
Así, mirando a través de la ventana,
la poesía encuentra su voz,
y en cada palabra que se entrama,
el mundo se convierte en un jardín veloz.
Porque la vida es poesía en movimiento,
un verso eterno que se renueva,
y al contemplarla con ojos atentos,
la ventana se vuelve mi pluma y mi cueva.