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viernes, 28 de febrero de 2014

Rima III



Sacudimiento extraño 
que agita las ideas, 
como huracán que empuja 
las olas en tropel. 

Murmullo que en el alma 
se eleva y va creciendo 
como volcán que sordo 
anuncia que va a arder. 

Deformes siluetas 
de seres imposibles; 
paisajes que aparecen 
como al través de un tul. 

Colores que fundiéndose 
remedan en el aire 
los átomos del iris 
que nadan en la luz. 

Ideas sin palabras, 
palabras sin sentido; 
cadencias que no tienen 
ni ritmo ni compás. 

Memorias y deseos 
de cosas que no existen; 
accesos de alegría, 
impulsos de llorar. 

Actividad nerviosa 
que no halla en qué emplearse; 
sin riendas que le guíen, 
caballo volador. 

Locura que el espíritu 
exalta y desfallece, 
embriaguez divina 
del genio creador... 
Tal es la inspiración. 

Gigante voz que el caos 
ordena en el cerebro 
y entre las sombras hace 
la luz aparecer. 

Brillante rienda de oro 
que poderosa enfrena 
de la exaltada mente 
el volador corcel. 

Hilo de luz que en haces 
los pensamientos ata; 
sol que las nubes rompe 
y toca en el zenít. 

Inteligente mano 
que en un collar de perlas 
consigue las indóciles 
palabras reunir. 

Armonioso ritmo 
que con cadencia y número 
las fugitivas notas 
encierra en el compás. 

Cincel que el bloque muerde 
la estatua modelando, 
y la belleza plástica 
añade a la ideal. 

Atmósfera en que giran 
con orden las ideas, 
cual átomos que agrupa 
recóndita atracción. 

Raudal en cuyas ondas 
su sed la fiebre apaga, 
oasis que al espíritu 
devuelve su vigor... 
Tal es nuestra razón. 

Con ambas siempre en lucha 
y de ambas vencedor, 
tan sólo al genio es dado 
a un yugo atar las dos.

Gustavo Adolfo Bécquer

Rima II


Saeta que voladora 
cruza, arrojada al azar, 
y que no se sabe dónde 
temblando se clavará; 

hoja que del árbol seca 
arrebata el vendaval, 
sin que nadie acierte el surco 
donde al polvo volverá; 

gigante ola que el viento 
riza y empuja en el mar, 
y rueda y pasa, y se ignora 
qué playa buscando va; 

luz que en cercos temblorosos 
brilla, próxima a expirar, 
y que no se sabe de ellos 
cuál el último será; 

eso soy yo, que al acaso 
cruzo el mundo sin pensar 
de dónde vengo ni a dónde 
mis pasos me llevarán.

Gustavo Adolfo Bécquer