En la penumbra de la tarde,
donde el sol se retira con calma,
se despiertan notas en el aire,
como susurros que el viento embalsama.
Una melodía se despliega,
tejiendo historias en cada acorde,
como hilos de luz que se entregan,
al vaivén del tiempo, eterno albor.
Las sombras bailan con la armonía,
mientras el crepúsculo se acerca,
y en el rincón de la nostalgia,
se encuentran recuerdos que el corazón abraza.
Los compases se elevan, se entrelazan,
como el lazo invisible de lo divino,
y el alma se sumerge en la danza,
donde la música es un sublime camino.
Los acordes acarician el silencio,
como suspiros que acunan el instante,
una tarde se viste de recuerdo,
con la magia que solo la música implanta.
En cada nota, un susurro de la vida,
un poema que el corazón comprende,
una tarde se viste de melodía,
y en su eco, el alma se enciende.