Entre sábanas tibias y sueños que huyen,
el sol se cuela, dorado, entre las rendijas,
un susurro de luz que despierta suavemente
la calma del mundo, aún envuelto en su bruma.
Los pájaros trinan su canto de bienvenida,
las hojas susurran secretos al viento,
y en el aire fresco de la mañana
se dibuja la promesa de un nuevo comienzo.
El cuerpo se estira, deshaciendo el letargo,
los ojos se abren, descubriendo colores,
y el alma, que dormía, renace con el alba,
ansiosa de aventuras, de risas, de amores.
Despertar es un arte, un regalo diario,
un renacer constante, una página en blanco,
donde cada paso es un verso en el aire,
y cada día, un poema en el lienzo del tiempo.