En la tranquilidad de un amanecer radiante,
decido emprender una caminata constante,
un sendero oculto entre árboles frondosos,
donde el bullicio urbano se torna borroso.
Paso a paso, me adentro en la naturaleza,
dejando atrás preocupaciones y tristeza,
el viento acaricia mi rostro con suavidad,
mientras mis pensamientos encuentran paz.
El canto de los pájaros llena el aire,
melodías que invitan a soñar sin reparo,
mis pasos se vuelven firmes y ligeros,
cada paso es un alivio, un encuentro verdadero.
El murmullo del arroyo me susurra al oído,
palabras de serenidad y calma en su fluir,
el agua cristalina refleja un mundo nuevo,
donde los problemas se desvanecen, los dejo.
Observo con asombro la majestuosidad del paisaje,
montañas imponentes, colores en su rincón salvaje,
me dejo llevar por la belleza que me rodea,
y en cada respiración, el estrés se desapega.
Las hojas caídas forman una alfombra natural,
que amortigua mis pasos en su lecho especial,
cada pisada es un regalo a la tierra,
una conexión profunda que mi alma encierra.
Las ramas de los árboles bailan con el viento,
una danza etérea, un espectáculo sin lamento,
me fundo con la naturaleza, soy parte de ella,
y así, los problemas se alejan, sin huella.
En este oasis de paz y serenidad,
encuentro el refugio de mi realidad,
una caminata que me invita a desconectar,
a encontrarme conmigo mismo y renacer.
Y así, caminando entre la flora y la fauna,
siento cómo mis preocupaciones se desvanecen,
en cada paso, en cada respiración profunda,
me libero de los problemas y mi alma florece.
En la caminata encuentro la claridad,
renuevo mis fuerzas y mi vitalidad,
desconectar de los problemas se hace sencillo,
cuando me abrazo a la naturaleza con brillo.
Así que camina, desconecta y encuentra paz,
en los rincones que la naturaleza te da,
descubre que la solución está en tu interior,
en cada paso que das, es un nuevo amanecer.