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viernes, 21 de febrero de 2014

A un poeta menor de la antología


¿Dónde está la memoria de los días 
que fueron tuyos en la tierra, y tejieron 
dicha y dolor y fueron para ti el universo? 

El río numerable de los años 
los ha perdido; eres una palabra en un índice. 

Dieron a otros gloria interminable los dioses, 
inscripciones y exergos y monumentos y puntuales historiadores; 
de ti sólo sabemos, oscuro amigo, 
que oíste al ruiseñor, una tarde. 

Entre los asfodelos de la sombra, tu vana sombra 
pensará que los dioses han sido avaros. 

Pero los días son una red de triviales miserias, 
¿y habrá suerte mejor que ser la ceniza, 
de que está hecho el olvido? 

Sobre otros arrojaron los dioses 
la inexorable luz de la gloria, que mira las entrañas y enumera las grietas, 
de la gloria, que acaba por ajar la rosa que venera; 
contigo fueron más piadosos, hermano. 

En el éxtasis de un atardecer que no será una noche, 
oyes la voz del ruiseñor de Teócrito.



Jorge Luis Borges

A un gato



No son más silenciosos los espejos 
ni más furtiva el alba aventurera; 
eres, bajo la luna, esa pantera 
que nos es dado divisar de lejos. 
Por obra indescifrable de un decreto 
divino, te buscamos vanamente; 
más remoto que el Ganges y el poniente, 
tuya es la soledad, tuyo el secreto. 
Tu lomo condesciende a la morosa 
caricia de mi mano. Has admitido, 
desde esa eternidad que ya es olvido, 
el amor de la mano recelosa. 
En otro tiempo estás. Eres el dueño 
de un ámbito cerrado como un sueño.



Jorge Luis Borges