Susurra el viento en las colinas,
como un cuento antiguo en la brisa fina.
Baila entre hojas, su canto entona,
melodía eterna que nunca abandona.
Acaricia el rostro, suave y callado,
un beso etéreo, dulce y alado.
En los campos verdes, juega y corre,
entre susurros, su fuerza ahorra.
Las ramas tiemblan, susurros lentos,
secreta charla de viejos vientos.
En la noche fría, su voz retumba,
un eco lejano que al alma tumba.
Trae historias de tierras distantes,
de mares vastos y montañas gigantes.
Es testigo mudo del paso del tiempo,
guardián eterno del viejo templo.
El viento canta, llora y ríe,
cambia su tono según se guíe.
A veces grita con furia intensa,
otras murmura con calma inmensa.
Es maestro de mil melodías,
un coro libre de armonías.
Con su voz, el mundo despierta,
un suspiro del alma, abierto y alerta.
Así el viento, en su danza eterna,
nos recuerda la vida, breve y tierna.
Un hilo invisible que todo ata,
una canción del mundo que nunca se aparta.
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