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domingo, 9 de julio de 2023

Paseo bajo la lluvia


 

Bajo la fina lluvia, cual lágrimas del cielo,
se despierta el encanto de un paseo etéreo.
Gotas danzantes, suaves caricias al viento,
abrazan mi ser y me llenan de contento.

El susurro del agua acaricia mis oídos,
una melodía divina en su fluir compartido.
El ritmo acompasado de la lluvia en el suelo,
es música sublime que embriaga mi anhelo.

Caminando despacio, sin rumbo ni destino,
me sumerjo en la calma, en un mundo clandestino.
Las gotas acarician mi rostro con ternura,
y en cada contacto, renuevo mi dulzura.

La lluvia lavando mis penas y desvelos,
me brinda paz infinita en sus abrazos bellos.
Lava mis preocupaciones, mis pesares y temores,
y me regala un instante de serenidad sin dolores.

En este paseo, bajo el manto celestial,
siento cómo renace mi espíritu inmortal.
Las gotas resbalan sobre mi piel con esmero,
borrando cualquier rastro de melancolía y agobio severo.

Y mientras sigo avanzando, en íntima comunión,
con el susurro de la lluvia, siento plena conexión.
Mis pasos se vuelven ligeros, flotantes en el aire,
como si la magia de la lluvia me invitara a volar sin cesar.

En cada gota encuentro un mensaje de esperanza,
que despierta en mi alma una danza de confianza.
La lluvia me enseña a fluir con dulzura y armonía,
a encontrar en la tormenta la más serena melodía.

Bajo la fina lluvia, encuentro paz y consuelo,
un bálsamo divino que me envuelve en su velo.
En cada paseo bajo su abrazo, mi alma se renueva,
y la lluvia, mi amiga fiel, mi eterna musa nueva.

sábado, 8 de julio de 2023

Comida campestre


 

En un rincón bucólico, de campos enlazados,
donde el sol se derrama con rayos dorados,
se alza un banquete sencillo, sin alardes vanos,
donde el buen ambiente y la risa son regalos.

La comida campestre, en mantel extendido,
nos brinda un abrazo con sabor compartido,
amigos reunidos, en armonía y cariño,
donde cada bocado es un festín divino.
El aroma del pan recién horneado,
se entrelaza en el aire, de sueños adornado,
y en la cesta de mimbre, frutas jugosas se guardan,
sabores de la tierra, que al paladar halagan.

Las manos se unen, como hilos enlazados,
entre risas y charlas, secretos compartidos,
y en cada mirada, brilla un destello sincero,
amigos de verdad, corazones compañeros.

La brisa susurra canciones en la hierba,
y el cielo sonríe, sereno y sin tregua,
mientras los platos se llenan de manjares,
el amor y respeto, en inigualable.

El vino fluye suave, deleitando los sentidos,
como canto de sirena, nos lleva a otro abrigo,
y entre copa y copa, los brindis se desatan,
celebrando la amistad, que nunca se desgasta.

No importa el festín que ante nosotros se extiende,
pues el verdadero tesoro es la gente que se entiende,
unidos por la mesa, pero también por el alma,
en este rincón campestre, donde el amor se enmarca.

Y así, entre risas y buenos momentos compartidos,
con la comida campestre como símbolo bendito,
se crea un vínculo eterno, que el tiempo no erosiona,
un recuerdo imborrable, de amistad que siempre emociona.

En este poema, respiro el aroma del campo,
la ternura de amigos, en un abrazo profundo,
y guardo en mi corazón, con cariño y devoción,
la esencia de aquel día, donde todo fue ilusión.