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domingo, 28 de mayo de 2023

Amor eterno en la vejez


En la cúspide de los años,
donde el tiempo se hace bruma,
nuestro amor despliega su encanto,
en la dulce melodía de la pluma.

En el ocaso de nuestras vidas,
con arrugas que cuentan historias,
se dibuja en nuestras miradas,
la pasión que nunca fue ilusoria.

Las manos que han vivido tanto,
entrelazadas en un baile eterno,
caminan juntas por el sendero,
dejando huellas en el firmamento.

Nuestros rostros llenos de arrugas,
son testigos de una vida compartida,
cada línea representa el tiempo,
y la fortaleza de una unión decidida.

En cada paso lento y pausado,
en cada risa llena de ternura,
nuestro amor se fortalece,
en cada pétalo que la madura.

El cabello plateado y sereno,
se convierte en símbolo de sabiduría,
nuestro amor trasciende las apariencias,
y encuentra en la vejez su armonía.

En el silencio de las noches tranquilas,
nuestros corazones laten al unísono,
como una sinfonía de susurros,
que se desliza en el tiempo sin abandono.

Aunque el cuerpo ya no sea joven,
el amor se mantiene eternamente vivo,
cada gesto, cada mirada, cada abrazo,
nos recuerda que aún estamos cautivos.

Cautivos en un amor intemporal,
que el paso de los años no desvanece,
en la vejez encontramos la esencia,
de un amor puro y sin merodeces.

Así, en la serenidad de nuestra vejez,
nuestro amor se viste de añoranza,
pues cada instante juntos es un tesoro,
que guardamos con ternura y constancia.

En la vejez, el amor es un tesoro,
que brilla con luz propia y sin medida,
y mientras nuestros corazones laten,
nuestro amor perdurará en esta vida.

viernes, 26 de mayo de 2023

Atardecer mágico y cotidiano


 Hoy un día rutinario como otro cualquiera,

donde el sol en su esplendor se alzaba en el cielo,
el destino me regaló un tesoro singular,
un atardecer sublime que abrazó mi corazón.

El tiempo transcurría sin grandes sorpresas,
las horas se sucedían sin mucho alboroto,
mas cuando la tarde se acercó al ocaso,
un lienzo de colores pintó el horizonte.

El sol se despidió con un último destello,
sus rayos dorados se fundieron en el paisaje,
las nubes, pinceladas de tonos cálidos,
danzaban en el firmamento con gracia y coraje.

El cielo se tiñó de tonos rosados y anaranjados,
como si un pintor celestial hubiera dejado su huella,
los árboles y las aves, testigos privilegiados,
se rindieron al hechizo de esta escena tan bella.

El viento susurraba melodías al oído,
mientras las estrellas tímidas asomaban,
la ciudad se cubría con un manto de quietud,
y mi alma se llenaba de paz, sin más palabras.

En ese instante mágico, mi corazón sonreía,
pues la belleza de la vida se revelaba en el cielo,
un atardecer común se volvía extraordinario,
y mis penas y preocupaciones quedaban en desvelo.

Hoy, al mirar atrás, en este poema encarnado,
me doy cuenta de que la vida es un regalo constante,
cada día, en su sencillez, puede esconder la maravilla,
un atardecer lindo como este, un momento radiante.

Así que celebremos la cotidianidad con gratitud,
y dejemos que los atardeceres nos inspiren a soñar,
porque incluso en los días más simples y rutinarios,
la belleza del mundo nunca dejará de asombrar.