En el prado de la vida, sencilla y discreta,
se alza una margarita, humilde y completa.
Sus pétalos blancos, como rayos de luna,
reflejan la pureza en cada fortuna.
Bajo el cielo azul, en danza ligera,
la brisa acaricia su serena frontera.
Esa simple margarita, joya sin par,
en el tapiz del campo, destaca a brillar.
En su corazón, un secreto susurro,
historias guardadas, un antiguo murmullo.
Testigo callado de amores y penas,
cuenta en sus silencios las noches serenas.
Se yergue en la pradera, de pie sosegada,
como una poesía por el viento llevada.
En cada pétalo, un verso escondido,
una melodía en su tallo encendido.
Oh, margarita blanca, de la tierra amiga,
tus raíces abrazan la esencia y la vida.
Eres la musa de campos y veredas,
una pintura viva en las horas quedas.
A la luz del día, despiertas risueña,
y en la noche, tu sueño es una pequeña cena.
Esa simple margarita, símbolo de calma,
tejiendo en la trama de la naturaleza su alma.
Así, a ti, flor humilde, dedico esta rima,
poema sencillo, como tú, margarita prima.
En el vasto jardín de la existencia infinita,
brillas con luz, propia, margarita divina..
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