En el cielo oscuro, la tormenta despierta,
truenos retumbantes y relámpagos que alertan.
Gotas de lluvia caen con furia y pasión,
empapando la tierra con su bendita canción.
El viento sopla fuerte, bailando con los árboles,
las ramas se mecen, como versos indomables.
El fragor de la tempestad envuelve el aire,
mientras la naturaleza muestra su poder sin reparo.
Las nubes grises se ciernen, como poesía en el lienzo,
pintando el firmamento con un aura de intenso.
Las lágrimas del cielo lavan penas y desvelos,
y en cada relámpago se esconde un destello.
Las calles se vacían bajo la furia del chaparrón,
las personas buscan refugio con desesperación.
Mas yo, como poeta, abrazo esta tormenta,
en su caos encuentro una paz que alimenta.
Observo tras la ventana el drama celestial,
cómo los elementos se desatan sin igual.
Las palabras fluyen, inspiradas por la furia del cielo,
y en cada trueno encuentro un verso rebelde.
El día de tormenta es un lienzo en movimiento,
donde los sentimientos se entrelazan en tormento.
Y mientras el agua golpea el cristal con insistencia,
mi pluma danza, escribiendo con paciencia.
La poesía fluye como ríos desbordados,
las letras se entrelazan en versos agitados.
La tormenta es un poema que no tiene fin,
un abrazo salvaje entre el cielo y mi seratin
En este día de tormenta, mi musa despierta,
y en cada relámpago su esencia se concierta.
Así, en medio del caos, mi voz poética se alza,
y en cada palabra, la magia de la tormenta abraza.
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