En la quietud de la tarde que cae,
bajo el cielo de tonos anaranjados y morados,
la ciudad se adormece en su calma,
y el mundo parece susurrar secretos.
Es viernes, la semana se desvanece,
y en el aire se siente un dulce alivio,
la rutina cede su paso al descanso,
y el tiempo se estira en un lento suspiro.
Las luces parpadean en las calles,
y las estrellas comienzan su danza en lo alto,
la vida se despliega en su magia,
en esta tarde que guarda su encanto.
Es momento de pausa y reflexión,
de compartir risas y sueños,
de abrazar lo que amamos con pasión,
y dejar que el alma encuentre su dueño.
La noche se acerca con su manto de estrellas,
y el viernes se convierte en poesía,
una melodía suave y etérea,
que acaricia el alma y nos guía.
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