En el cielo gris se despliega la escena,
un día de lluvia cubriendo la tierra entera.
Las nubes llorosas derraman su esencia,
mojando el suelo con su cálida presencia.
Gotas danzarinas caen en el cristal,
mientras la lluvia canta su canción celestial.
El aire se envuelve en un aroma fresco,
y la naturaleza se viste con un bello aderezo.
El sonido de las gotas golpeando el suelo,
es una melodía que despierta mi anhelo.
La tierra sedienta bebe de su caudal,
y renace en cada gota, en cada temporal.
Bajo el paraguas, camino sin afán,
disfrutando el regalo de la lluvia en mi jornada.
Las calles se vuelven un lienzo acuarela,
y las gotas dibujan historias en cada esquina.
El ritmo pausado de la lluvia me invita,
a detenerme y contemplar esta maravilla.
En cada gota encuentro un mundo escondido,
un refugio en el que pierdo todo sentido.
En este día gris, la lluvia me abraza,
y me transporta a un lugar sin prisa ni amenaza.
Me envuelve en su manto de paz y serenidad,
y me inspira a soñar con una nueva realidad.
Así, bendigo este día de lluvia sin cesar,
donde las lágrimas del cielo me hacen suspirar.
Que cada gota sea un bálsamo en mi alma,
y que la lluvia eterna en mi corazón se calma.
Un día de lluvia, un regalo en la quietud,
una danza efímera que llena de plenitud.
Que su recuerdo perdure en mi memoria,
y en cada día gris encuentre mi propia historia.
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