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martes, 4 de junio de 2024

La cigarra


Bajo el cielo azul y claro,
en el campo sin reparo,
cantaba siempre la cigarra,
alegre, sin un amparo.

Sus alas eran de cristal,
su voz, un eco celestial,
día tras día en melodía,
sin pensar en la agonía.

"¿Por qué cantas, cigarra amiga,
cuando la tarde aún nos abriga?"
le preguntaba el hormiguero,
trabajando sin desespero.

"La vida es breve y tan hermosa,
y esta tarde es tan gloriosa,
mi corazón canta en libertad,
sin pensar en la necesidad."

El sol se oculta, llega el frío,
el viento sopla con desvío,
la cigarra se halla sola,
en un campo que ahora inmola.

Los días grises la sorprenden,
sus fuerzas poco a poco pierden,
la melodía se ha silenciado,
y su canto, olvidado.

El hormiguero la contempla,
con su esfuerzo ella se enfrenta,
"Ven, cigarra, aquí hay lugar,
tu canto siempre supimos amar."

Aprendió la cigarra aquel invierno,
que la vida es un vaivén eterno,
donde el trabajo y el gozo van de la mano,
como el sol y la luna en el mismo llano.

Así, en la próxima primavera,
la cigarra cantó de nueva manera,
alternando su melodía y esfuerzo,
vivió una vida en justo consenso.

 

domingo, 2 de junio de 2024

Perro vagabundo


Por las calles sin nombre y las plazas vacías,
va el perro vagabundo, con su andar sin prisas.
Sus ojos reflejan noches sin abrigo,
buscando en las sombras algún amigo.

No lleva collar, ni hogar, ni dueño,
solo sueños rotos y un destino pequeño.
Su pelaje enmarañado, sucio, sin lustre,
esconde historias de lluvia y polvo en cada buste.

Se detiene a olfatear un rastro perdido,
quizás de un amor, quizás de un amigo.
Su hocico cansado, su corazón errante,
siempre en movimiento, nunca constante.

Entre los murmullos de la ciudad despierta,
él sigue su camino, en soledad, alerta.
Cada esquina es un nuevo desafío,
cada paso, un eco de su brío.

En las noches de luna, su silueta vaga,
una sombra solitaria que nunca se apaga.
Sus huellas se borran con el primer rocío,
pero su espíritu libre se alza bravío.

Oh, perro vagabundo, guardián de la noche,
que en tu andar errante llevas un broche
de libertad y tristeza, de fuerza y quebranto,
eres el testigo mudo del encanto.

Quizás un día encuentres lo que buscas,
un rincón cálido donde tus penas luzcas.
Hasta entonces, sigue tu andar sin rumbo,
perro vagabundo, señor del mundo.