Bajo un cielo de plomo y viento bravo,
donde el mar se despierta enfurecido,
en el Cantábrico, feroz y aguerrido,
se desata un temporal, un triste agravio.
Las olas rugen con furor salvaje,
rompiendo en las rocas con estruendo,
mientras el viento aúlla, enfurecido,
y la lluvia cae sin tregua, sin descanso.
Las gaviotas luchan contra la tormenta,
sus alas blancas desafían al caos,
y en medio de la furia, el mar parece un león.
En las aldeas costeras se refugian,
los pescadores, valientes y sufridos,
esperando que pase el temporal,
rezando por un día de sol sereno.
El Cantábrico, con su belleza brava,
nos recuerda la fuerza de la naturaleza,
y en medio de la tempestad, nos enseña
que la vida, como el mar, es un eterno vaivén.