Cuando suena el despertador, llega el amanecer,
se despiertan los sueños y el nuevo día a nacer.
Las sábanas se deslizan y el cuerpo se estira,
es hora de dejar la cama y comenzar la rutina.
El sonido es incansable, un recordatorio fiel,
que el tiempo no se detiene, que hay mucho por hacer.
Los ojos aún adormilados se abren con pesar,
pero la vida llama y hay que levantarse sin dudar.
Aunque el sueño persista y el cansancio se sienta,
la alarma nos invita a romper la monotonía lenta.
Es el primer paso hacia un día lleno de aventuras,
un nuevo capítulo en la historia de nuestras travesuras.
El despertador insiste, con su tono incesante,
y aunque queramos ignorarlo, es un deber constante.
Así que nos levantamos con valentía y decisión,
dispuestos a enfrentar el mundo con entereza y pasión.
El reloj sigue corriendo, implacable sin cesar,
mientras nosotros nos preparamos para luchar.
El día se despliega, lleno de desafíos y metas,
y con cada tic-tac del reloj, el tiempo se completa.
Así que cuando suene el despertador, no te lamentes,
recuerda que cada amanecer trae nuevas corrientes.
Levántate con energía, con ganas de conquistar,
porque la vida es un regalo y cada día hay que aprovechar.