Create your own banner at mybannermaker.com!

jueves, 18 de diciembre de 2014

ADELFOS



Yo soy como las gentes que a mi tierra vinieron 
—soy de la raza mora, vieja amiga del Sol—, 
que todo lo ganaron y todo lo perdieron. 
Tengo el alma de nardo del árabe español.

Mi voluntad se ha muerto una noche de luna 
en que era muy hermoso no pensar ni querer... 
Mi ideal es tenderme, sin ilusión ninguna... 
De cuando en cuando, un beso y un nombre de mujer.

En mi alma, hermana de la tarde, no hay contornos...; 
y la rosa simbólica de mi única pasión 
es una flor que nace en tierras ignoradas 
y que no tiene aroma, ni forma, ni color.

Besos ¡pero no darlos!  Gloria.... ¡la que me deben! 
¡Que todo como un aura se venga para mí! 
¡Que las olas me traigan y las olas me lleven, 
y que jamás me obliguen el camino a elegir!

¡Ambición! No la tengo. ¡Amor! No lo he sentido. 
No ardí nunca en un fuego de fe ni gratitud. 
Un vago afán de arte tuve... Ya lo he perdido. 
Ni el vicio me seduce ni adoro la virtud.

De mi alta aristocracia dudar jamás se pudo. 
No se ganan, se heredan, elegancia y blasón... 
Pero el lema de casa, el mote del escudo, 
es una nube vaga que eclipsa un vano sol.

Nada os pido. Ni os amo ni os odio. Con dejarme, 
lo que hago por vosotros, hacer podéis por mí... 
¡Que la vida se tome la pena de matarme, 
ya que yo no me tomo la pena de vivir! ...

Mi voluntad se ha muerto una noche de luna 
en que era muy hermoso no pensar ni querer... 
De cuando en cuando un beso, sin ilusión ninguna. 
¡El beso generoso que no he de devolver!

París, 1899

                                   Manuel Machado


miércoles, 17 de diciembre de 2014

ABEL



El campo y el crepúsculo. Una hoguera,
cuyo humo lentamente al cielo sube.
En la pálida esfera
no hay una sola nube.

La tristeza infinita
efluye de la humilde
hierba del suelo. Invita
a llorar el rumor de la arboleda...

Se va el día, y se queda
la tristeza infinita.

Junto de la corriente,
desnudo y muerto, yace
Abel... Y la primera
sangre vertida seca el sol poniente.

El humo al cielo sube,
callado, de la hoguera...
Y baja como un duelo soberano
la noche a la pradera...
«¡Caín! ¡Caín! ¿Qué has hecho de tu hermano?»