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lunes, 3 de julio de 2023

Banco del parque


 

En el parque, un banco se alza con orgullo,
testigo silente de historias y recuerdos.
Allí se sientan los ancianos con calma,
mientras el tiempo sus cabellos platea.

En sus rostros cansados se refleja la vida,
las arrugas dibujan su camino recorrido.
Con miradas sabias y manos temblorosas,
desgranando  risas y penas hermosas.

En ese banco, los años se desvanecen,
y el reloj se detiene en un dulce compás.
Las horas pasan sin prisa ni urgencia,
 el pasado y el presente se entrelazan con destreza.

En cada palabra se entreabre la sabiduría,
mientras la nostalgia susurra en el viento.
El banco del parque es refugio sagrado,
donde los ancianos encuentran su amado descanso.

Allí comparten sus sueños y añoranzas,
construyen puentes hacia tiempos pasados.
Son tesoros vivientes, raíces de una historia,
y en ese banco encuentran su merecida gloria.

Observo desde lejos y me maravillo,
por la belleza que se anida en cada rincón.
El banco del parque, morada de almas vividas,
es testigo del legado que en ellos persiste.

A ellos les rindo homenaje, con mi verso sincero,
a ese banco del parque, trono de los añejos.
Que su vejez sea serena y plena,
y en ese banco, encuentren paz eterna.

domingo, 2 de julio de 2023

La vida en poesía


 

La vida, un río eterno que fluye sin cesar,
y en sus aguas cristalinas, veo todo pasar.
Como un espectador, me siento a contemplar,
el vaivén constante de este gran andar.

Las estaciones cambian con el pasar del tiempo,
y en cada cambio, un nuevo aliento.
La primavera florece, llena de color y vida,
mientras el verano arde, llenando de alegría.

Otoño llega y las hojas caen, danzando en el viento,
anunciando que todo tiene su momento.
Y en invierno, el frío abraza la tierra,
recordándonos que la vida es efímera.

Las personas van y vienen, como en un carrusel,
cada una con su historia, con su propio papel.
Unos se cruzan en mi camino, brevemente,
dejando huellas profundas, marcándome de repente.

Y así, veo pasar la vida, como un filme fugaz,
con sus altos y bajos, su melodía y compás.
Cada instante es único, irrepetible,
y en cada paso, aprendo lo increíble.

No puedo detener el reloj, ni cambiar el rumbo,
solo puedo disfrutar este viaje juntos.
Ver pasar la vida es un regalo preciado,
y en cada latido, encuentro mi legado.

Así, me sumerjo en el fluir de este río,
absorbiendo cada experiencia, sin desperdicio.
Porque al final del camino, cuando llegue mi partida,
sabré que viví intensamente, en cada ida y venida.

Entonces, seguiré observando, con los ojos bien abiertos,
la vida que se despliega ante mí, en cada puerto.
Y mientras el tiempo siga su paso constante,
seguiré siendo testigo de este hermoso instante.