En el ocaso de la vida, donde el tiempo ha dejado su huella,
se encuentra la vejez, majestuosa y bella.
En arrugas y canas, en sabiduría y experiencia
se revela el tesoro que trae consigo la existencia.
Las manos temblorosas, testigos del camino recorrido,
han tocado la alegría y el dolor, han acariciado lo perdido.
Los ojos cansados, que atestiguan tantos amaneceres,
reflejan historias que solo el corazón puede comprender.
En cada arruga se esconde un eco del pasado,
un recuerdo enmarcado, un amor perpetuado.
Cada cana relata una historia de luchas y victorias,
un tributo a la fortaleza y las memorias.
La vejez es la sinfonía de una vida vivida plenamente,
es la melodía de cada momento, dulce y reverente.
En el andar pausado y en la voz serena,
se encuentra la esencia de una alma que aún sueña.
La juventud puede marchitar como las hojas en otoño,
pero la vejez florece en sabiduría, en un ser exquisito y añejo.
Con cada paso, con cada palabra, la vejez habla de la eternidad,
un legado de amor y sabiduría, un regalo para la humanidad.
Así, en la vejez encontramos la verdadera belleza,
en la fragilidad y en la fuerza que no se desvanece.
Honremos a nuestros mayores, veneremos su sabiduría,
y aprendamos de ellos, pues en su experiencia reside la poesía.
