En el campo verde, bajo el sol brillante,
dos equipos listos, el ambiente vibrante.
El silbato suena, empieza la batalla,
cuerpos se entrelazan, la pelota estalla.
Los jugadores corren, sudor en la frente,
con destreza y fuerza, luchan vehemente.
El balón es rey, cambia de dueño,
en cada pase, un sueño pequeño.
Las gradas rugen, un mar de colores,
canticos y gritos, pasiones y amores.
Un gol es una fiesta, un momento eterno,
los brazos al cielo, un júbilo tierno.
El árbitro observa, sereno y atento,
sus ojos vigilantes, como el firmamento.
Tarjetas al aire, justicia en mano,
en este drama, él es soberano.
El tiempo avanza, el marcador incierto,
cada segundo cuenta, el esfuerzo es cierto.
Un último ataque, un disparo valiente,
la red se sacude, el estadio ardiente.
Finaliza el partido, el silbato resuena,
los cuerpos cansados, el alma serena.
Unos ríen, otros lloran, así es el destino,
en el fútbol, como en la vida, todo es divino.