Entre susurros de árboles y cielos rojizos,
la tarde se despliega en calma, un lienzo infinito.
Las sombras alargadas abrazan el suelo,
mientras el sol, perezoso, se acurruca en el horizonte.
Niños ríen en el parque, ecos de alegría,
mientras las hojas caen en una danza suave,
el viento las guía con un toque ligero,
susurrando secretos que solo el crepúsculo entiende.
El aroma a tierra húmeda se eleva,
tras la breve caricia de la lluvia pasajera.
Las flores, con sus pétalos perlados,
inclinan sus cabezas, agradeciendo el rocío.
El bullicio de la semana se desvanece,
dejando espacio al murmullo de conversaciones lentas,
a las miradas compartidas bajo el sol menguante,
y al abrazo sereno de una noche que se avecina.
En esta tarde de sábado, todo parece pausarse,
el tiempo se estira en un suspiro prolongado.
Es el momento de sueños y reflexiones,
de encontrar la paz en la simplicidad del instante.
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