Madre querida, sublime y eterna,
eres el faro que ilumina mi vida tierna.
Tus brazos cálidos me envolvieron al nacer,
y desde entonces, no dejas de florecer.
Eres mi guía, mi cómplice y mi amiga,
siempre dispuesta a escuchar mi fatiga.
Con paciencia infinita me enseñaste a andar,
y en cada paso, tu amor supe encontrar.
Tu ternura me envuelve como un suave abrigo,
y en tus ojos veo un amor sin castigo.
Eres la fuerza que me impulsa a volar,
y en tus manos encuentro paz al descansar.
Tus palabras son dulces melodías al oído,
y en cada consejo, encuentro un sentido.
Eres el refugio en las tormentas de la vida,
y en tus palabras, encuentro calma y salida.
Madre amada, mi corazón te pertenece,
tu amor incondicional nunca desvanece.
Eres el sol que ilumina mis días grises,
y en tus brazos encuentro consuelo en mil matices.
Hoy elevo mi voz en este humilde poema,
para expresar lo que mi alma siempre quema.
Gracias, madre, por ser mi eterna compañera,
tu amor y sacrificio son mi mayor bandera.
En cada latido, en cada paso que doy,
sé que contigo siempre encontraré apoyo.
Eres la razón de mi existencia en este mundo,
y por siempre, serás mi amor más profundo.
Madre querida, mi gratitud no tiene fin,
eres mi inspiración, mi todo sin fin.
En cada verso, te dedico mi amor eterno,
¡Feliz día de las madres, tesoro tierno!
Siempre te llevo conmigo.
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