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domingo, 9 de septiembre de 2012

El Ricote Erudito



Hubo un rico en Madrid (y aun dicen que era
más necio que rico),
cuya casa magnífica adornaban
muebles exquisitos.

«¡Lástima que en vivienda tan preciosa»
le dijo un amigo,
«falte una librería!, bello adorno,
útil y preciso.»

«Cierto», responde el otro. «¡Que esa idea
no me haya ocurrido!...
A tiempo estamos. El salón del Norte
a este fin destino.

»Que venga el ebanista, y haga estantes
capaces, pulidos,
a toda costa. Luego trataremos
de comprar los libros.

»Ya tenemos estantes. Pues, ahora»,
el buen hombre dijo,
«¡echarme yo a buscar doce mil tomos!
¡No es mal ejercicio!

»Perderé la chaveta, saldrán caros,
y es obra de un siglo...
Pero ¿no era mejor ponerlos todos
de cartón fingidos?

»Ya se ve: ¿por qué no? Para estos casos
tengo yo un pintorcillo
que escriba buenos rótulos e imite
pasta y pergamino.

»¡Manos a la labor!» Libros curiosos
modernos y antiguos
mandó pintar, y a más de los impresos,
varios manuscritos.

El bendito señor repasó tanto
sus tomos postizos,
que aprendiendo los rótulos de muchos,
se creyó erudito.

Pues ¿qué más quieren los que sólo estudian
títulos de libros,
si con fingirlos de cartón pintado
les sirven lo mismo?

jueves, 6 de septiembre de 2012

Los dos conejos



Por entre unas matas,
seguido de perros,
no diré corría,
volaba un conejo.

De su madriguera
salió un compañero
y le dijo: «Tente
amigo, ¿qué es esto?».

«¿Qué ha de ser?», responde;
«sin aliento llego...;
dos pícaros galgos
me vienen siguiendo».

«Sí», replica el otro,
«por allí los veo,
pero no son galgos».
«¿Pues qué son?» «Podencos».

«¿Qué? ¿podencos dices?
Sí, como mi abuelo.
Galgos y muy galgos;
bien vistos los tengo».

«Son podencos, vaya,
que no entiendes de eso».
«Son galgos, te digo».
«Digo que podencos».

En esta disputa
llegando los perros,
pillan descuidados
a mis dos conejos.

Los que por cuestiones
de poco momento
dejan lo que importa,
llévense este ejemplo.