En la mágica estación de la esperanza,
bajo el manto de estrellas que danzan,
un viaje se emprende con corazón ligero,
rumbo a un reencuentro, un lazo sincero.
Es Navidad, la tierra se viste de gala,
luces parpadeantes, como cuentos que embalsaman,
y en el alma del viajero, palpita un deseo,
hallar el abrazo, el calor, el anhelo.
En el tren de los recuerdos, entre risas y cantos,
se desplaza el tiempo, entre campos y encantos,
los rieles son versos que escriben la ruta,
hacia el encuentro, la promesa se ejecuta.
Con maletas cargadas de amor y alegría,
se teje el relato de esta bella travesía,
las caras conocidas, la familia aguarda,
en la estación de sueños, la realidad se aclara.
El trayecto se torna poesía en movimiento,
como las estrofas que danzan en el viento,
y en cada estación, un recuerdo palpita,
un latido de anhelos, una melancolía infinita.
En el abrazo se entrelazan los lazos,
como hilos de oro que unen pedazos,
los hijos esperan con ojos brillantes,
la llegada del ser que es parte de instantes.
La mesa se viste de risas y plenitud,
se comparten relatos, se siente la gratitud,
en cada mirada, un canto silente,
que narra historias de amor persistente.
Así, el viaje se convierte en poesía,
un canto de reencuentro, de pura armonía,
en la melodía del tiempo, el presente se canta,
en el regreso a casa, donde el alma encanta.
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