En las tierras de Pamplona, radiante y festiva,
resuenan las campanas en un grito de alegría.
San Fermín, patrón, con honor y valentía,
concede tu amparo en esta celebración viva.
Corren los encierros, una estampa ancestral,
toros bravos y corredores en su arrebato.
En los adoquines, el rastro de un desafío,
una carrera salvaje, desbordante de pasión.
El chupinazo estalla en el cielo azul,
el rojo y blanco ondea en cada rincón.
Los corazones se llenan de emoción,
San Fermín nos abraza en su abrazo ritual.
Gigantes y cabezudos bailan en las calles,
música y risas, colorido despliegue.
Los txistularis entonan su melodía,
mientras los gigantones siguen su travesía.
El río de gente fluye sin cesar,
la plaza de toros espera su bullicio.
El encanto de San Fermín nos envuelve,
en cada callejuela, en cada edificio.
Pero llega el momento de la despedida,
el pobre de mí resuena en el aire.
Las fiestas de San Fermín llegan a su fin,
con añoranza y gratitud por lo vivido.
Hoy se acaban las fiestas, pero en nuestro pecho,
el espíritu festivo nunca se desvanece.
San Fermín, patrón, nos guía con su luz,
y en el recuerdo, las fiestas renacen en la vejez.
¡Oh, San Fermín! Que tu espíritu permanezca,
en nuestros corazones, año tras año.
Las fiestas concluyen, pero el amor perdura,
y en nuestra alma, siempre estarás, oh patrón amado.
Pobre de mí, pobre de mí
ya se acaban las fiestas de
San Fermín.
Se lo dedico a todos los navarros con mi cariño.
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