El que en Milán nieló de plata y oro
la soberbia armadura; el que ha forjado
en Toledo este arnés; quien ha domado
el negro potro del desierto moro...
El que tiñó de púrpura esta pluma
—que al aire en Mulberg prepotente flota—,
esta tierra que pisa y la remota
playa de oro y de sol de Moctezuma...
Todo es de este hombre gris, barba de acero,
carnoso labio, socarrón y duros
ojos de lobo audaz, que, lanza en mano,
recorre su dominio, el orbe entero,,
con resonantes pasos, y seguros.
En este punto lo pintó el Tiziano.
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