me retuerzo en la sábana nocturna
soñándome atleta.
Y soy el paralítico
en una silla dura y giradora,
la muchacha fea, el pederasta
cuando escupe la sal,
el corredor caído que gime
y se levanta y sobre todo
se siente triunfador del mundo.
Soy la asesinada de aquel día
en el primer dolor de la cuchilla,
y el sacerdote muerto
que ya no encuentra a Dios.
Abro los ojos de recién nacido
y lloro por la luz,
la bella luz
que arde como un fuego,
yo soy la anciana con temor del tiempo
y el muchacho con miedo de la vida.
A todos,
yo los prohíjo
y los abrazo:
hermanos,
la tanta luz confunde mis tinieblas.
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