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viernes, 30 de diciembre de 2011

A un pino




Pino esbelto y tranquilo,
soledad de la tarde,
tan concreto en la libre
desolación del aire,
tan alto cuando todo
se confunde y abate
y huye el sol a tu copa
tibio y agonizante.

Cómo me fortalece
la paz de tu combate,
ascensión sin fatiga,
raíz honda y constante.

Tu majestad envuelve
el cielo sin celaje
y en tu recio sosiego
la tierra se complace.

Mis ojos educados
en tu sediento mástil
ascienden y divisan
la soledad más ágil,
mientras sueña el silencio
sin astros y sin aves
como el solo decoro
de tu verde ramaje.

Pino esbelto y tranquilo,
tu soledad te guarde,
y consagre la mía
desunida y errante,
segada de su tierra,
extraña de su aire,
cuando aún es oro virgen
la cumbre de la tarde
y tú clamas e invocas
el tiempo de mi carne
y otro vuelo sin tiempo
que se sueña y se hace.






Ciudad de siempre




Donde pose los ojos o la frente,
ciudad mía del aire temperado,
allí te encuentro y yendo desolado
me vuelvo jubiloso de repente.

Hecha de tu materia transparente,
la niebla de la infancia ha regresado
y embellecido todo: el río, el prado,
tus colinas que pasan verdemente.

Aparta de mi lado toda nube
y déjame en tus piedras que te erigen
detener otra vez rumbo y miradas.

Pues quiero ver cómo desanda y sube
hacia el primer asombro, hacia el origen,
mi sombra por tus calles empinadas.



A una dama




        Tu gracia, tu valor, tu hermosura
muestra de todo el cielo, retirada,
como cosa que está sobre natura,
ni pudiera ser vista ni pintada.

          Pero yo, que en el alma tu figura
tengo, en humana forma abreviada,
tal hice retratarte de pintura
que el amor te dejó en ella estampada.

          No por ambición vana o por memoria
tuya, o ya por manifestar mis males;
mas por verte más veces que te veo.

          Y por solo gozar de tanto gloria,
señora, con los ojos corporales,
como con los del alma y del deseo.




jueves, 29 de diciembre de 2011

PIEDAD




¿Qué es ingrata la tierra? ¿Qué es ingrata
y es cruel la humanidad en que te agitas?
¿qué no acoge tus ansias infinitas 
ni se angustia el duelo que te mata? 

¿Qué no hay vuelo de tu alma que no abata
su maldad?...¡di, más bien, que son malditas
tus ansias infecundas y tus cuitas
y esa loca ambición que te arrebata! 

¡No maldigas del hombre, que es tu hermano,
y, acaso, como tú, su angustia loca
ve perderse, sin eco, en el abismo; 

Mírate en él extiéndele tu mano 
y, anegado en piedad, besa en su boca 
la triste humanidad, que eres tú mismo!



En el fondo del lago




Soñé que era muy niño, que estaba en la cocina
escuchando los cuentos de la vieja Paulina.
Nada había cambiado: el candil en el muro,
el brasero en el suelo y en un rincón oscuro 
el gato, dormitando. La noche estaba fría 
y el tiempo tan revuelto, que la casa crujía... 
Se escuchaba a lo lejos ese rumor de pena 
que sollozan las olas al morir en la arena,
y a intervalos más largos esos vagos aullidos
con que piden auxilio los vapores perdidos.
Nosotros, los chiquillos, oíamos el cuento 
sentados junto al fuego, y como entrara el viento
por unos vidrios rotos, su frente medio cana, 
la vieja se cubría con su charlón de lana. 

Era un cuento muy bello: 
Tres príncipes hermanos 
que se fueron por mares y países lejanos 
tras la bella princesa que la mano de una hada 
en un lago sin fondo mantenía encantada. 
El mayor, que fue al norte, no regresó en su vida;
el otro, que era un loco, pereció en la partida; 
y el menor, que era un ángel por lo adorable y bello, 
llegó al fondo del lago sin perder un cabello... 
Allá abajo, en el fondo, vio paisajes divinos, 
castillos encantados de muros cristalinos
y en un palacio inmenso, de infinita belleza, 
encerrada y llorando, vio a la pobre princesa. 
Se encontraron sus ojos, se adoraron al punto 
y lo demás fue cosa de poquísimo asunto, 
pues al verlos tan bellos como el sol y la aurora, 
el hada, que era buena, los casó sin demora. 

................................................

-Así acabó la historia de aquella noche... El gato 
se despertó gruñendo, desperezóse un rato 
y se durmió de nuevo. Zumbó las ventolina 
en el cañón, ya frío, de la vieja cocina... 
Se levantó un chicuelo y sin hacer ruido 
enhollinó la cara de otro chico dormido... 
Yo, me quedé soñando con el príncipe amado 
por la bella princesa, con el lago encantado 
y también con los tristes y apartados desiertos 
donde duermen los huesos de los príncipes muertos.




El caracol




Cuando la brisa barría apenas
las nieblas grises de la mañana
y al arrastrarse por las arenas, 
con sus espumas como azucenas 
jugaba, en sueños, la mar cercana,
junto a la choza de sus mayores, 
se despidieron los pescadores.

La bruma triste los envolvía:
ella gemía ¿qué haré yo ahora?...
Y una gaviota revoladora
oyó al marino que le decía
que era su virgen, su pescadora,
que no llorara, que volvería...

Y como urgiera ya el tiempo: “toma
-le dijo el mozo- ya el viento asoma,
la gente sale ya viene el sol...'
y recogiendo del agua clara
que entre las rocas la mar dejara,
más armiñado que una paloma
puso en sus manos un caracol:

'Que él te recuerde lo que te quiero, 
que oigas mis quejas en sus rumores; 
de cierto, vale poco dinero,
pues que son pobres nuestros amores,
pero es eterno su rumor suave,
y aunque es humilde, su labio sabe
de los remotos mares bravíos
y de los mundos que voy a andar, 
más que tus padres y que los míos
y más que el viento que habita el mar... '
Ambos lloraron: un ave inquieta
graznó sobre ellos; el humo lento
de las chozuelas de la caleta
blanqueaba apenas, como un mal aliento;
y bajo el cielo mis transparente,
tras la fortuna que se ama en vano,
partió el navío, rumbo a Occidente,
sobre el inmenso y augusto océano.

Y cuenta el viento que desde aquella 
mañana triste ¡fatal mañana!
Acariciada por la doncella
la humilde concha de porcelana,
le habló en su lengua de rumoreos
de viajes locos, de pechos fieles,
de remembranzas y devaneos
junto a la borda de los bajeles,
de aves errantes que van a pares
buscando albergues sobre los mares,
de tempestades y de ciclones
y de esos tristes besos perdidos
que van con rumbos desconocidos 
bajo las altas constelaciones.

Y el tiempo vino, silente y grave, 
siguiendo siempre su ruta ciega, 
con el misterio de aquella nave 
que en una extraña canción noruega 
lleva invisibles su casco lento
bajo las brumas del mundo aquel, 
siempre azotada de un mismo viento 
con un fantasma por timonel...

Y con los años la niña hermosa 
cuya frescura ya ajaban canas, 
mirando al agua desde la choza,
vio marchitarse la tinta rosa 
de sus mejillas, antes lozanas... 
Aún no clareaba detrás del monte 
Y ya copiaban el horizonte 
sus grandes ojos color de mar; 
y en ellos iban las golondrinas, 
en sus revuelos de peregrinas, 
a ver las barcas ultramarinas 
que en lontananza solían cruzan.

Y siempre, siempre la suspirante 
y humilde prenda de amor, seguía 
contando historias del nauta errante 
llenas de inmensa melancolía: 
ya eran nostalgias desconsoladas, 
en lo infinito del mar lloradas, 
noches de nieve que el viento azota, 
miserias y hambres en tierra ignota; 
triste cortejo que siempre avanza 
por esas rutas, en que sus huellas 
deja, guiada por las estrellas, 
la banda loca de la esperanza.

Y el tiempo alado siguió en su vuelo,
y en sus mudanzas siguió la mar, 
y al campo santo más de un abuelo 
en la caleta fue a descansar: 
siempre escuchando la voz lejana 
la pescadora tornóse anciana; 
barcos ignotos aves de paso 
ya del oriente, ya del ocaso 
la mar surcaban cada mañana; 
sólo aquel loco bajel risueño 
que al occidente partiera un día 
tras la fortuna, que es sólo un sueño, 
en lontananza no aparecía.

Y de la concha susurradora, 
la amable historia, doliente asaz,
seguía oyendo la pescadora 
vaga y distante cada vez más; 
la sombra triste de otros amores 
cruzaba a veces por sus rumores; 
hasta que un día trajo el destino, 
con los clamores de un torbellino 
y entre infinitos ecos perdida, 
la última queja del peregrino
sobre una roca desconocida. 
Y entre las brumas de la mañana 
de un taciturno día de invierno 
sobre cuatro hombros subió la anciana, 
vuelta hacia el cielo la frente cana, 
por las colinas del sueño eterno.

Dejó la tierra como paloma 
que abandonada su alero deja 
y errante sigue de loma en loma 
tras del amado que se le aleja... 
Le dio la tumba refugio blando 
y allí a su lado siguióle hablando 
junto a los mares, el caracol, 
del sueño eterno la eterna espera, 
y de ese humano vivir soñando 
sola y distinta dicha sincera 
que el hombre alcanza y alumbra el sol.




    

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Nunca mía



Soñé que en las instancias de mi ruego
tu amor me prometiste enamorada,
y al brillo de la luz de tu mirada
para siempre quedé tu esclavo ciego.

Al estrecharte entre mis brazos luego
hiciste alarde de la fe jurada,
y con tu boca ardiente y perfumada
me contagiaste tu pasión de fuego.

Mas todo era un engaño torturante,
vana ilusión que vio mi fantasía
en ese paraíso de un instante:

¡Porque lejos de mí, ceñuda y fría,
llenas de hiel mi corazón amante
siendo de todos, pero nunca mía....!


Llanto mudo




En la altiva y vetusta catedral de Toledo,
en la puerta que se abre por el lado de Oriente,
he visto una cariátide que, al decir de la gente,
de un hereje famoso era vivo remedo.

Cuando la lluvia cae por entre el fino enredo
de los frisos que adornan esa mole imponente,
una gota resbala sobre la faz doliente
y, al llegar a los ojos, se detiene con miedo.

El sol, al levantarse en su marcha gloriosa,
en la muerta pupila, como lágrima viva,
hace brillar la gota que rodó silenciosa.

Y es así cómo ha siglos, sepultada entre yedra,
la cariátide aquélla, que del mundo se esquiva,
viene llorando a solas con sus ojos de piedra.

El idilio de la montaña





¿No has visto descender desde la altura
de la montaña, entre tupidas lianas,
dos fuentes de agua pura
que al llegar a la paz de la llanura
se buscan y se abrazan como hermanas?
Separadas nacieron, separadas
bajaron por los recios peñascales
como si en vez de alegres camaradas
se dijese que fueran dos rivales.


Pero la suerte quiso
que las dos se acercaran de improviso
al bajar por las ásperas pendientes,
y al hallarse tan cerca sus corrientes
descorrieron el velo de sus brumas,
y al verse, sonrieron
y algo muy en secreto se dijeron
en la armoniosa voz de sus espumas.


Así empieza la lucha desde lo alto
de la montaña que el idilio ampara;
si las acerca un salto
otro salto más luego las separa,
así fueron bajando de la altura
buscándose y huyendo,
suspirando unas veces y otras riendo
hasta encontrar la paz de la llanura.


Y al llegar a la vega que sonriente
como un lecho magnífico se abría
se enlazaron las dos eternamente
bajo la hermosa claridad del día;
así son nuestras almas: lentamente
la tuya irá acercándose a la mía!



viernes, 16 de diciembre de 2011

Muñeca en vitrina










Estoy aquí
-mirando sin mirar-
a las niñas que suspiran
por mecerme en sus brazos
renovando el sarcasmo
de las cortas ideas y los largos cabellos
y sin embargo la fábrica
no me dió las lágrimas
ni la ira
para llorar con ellas
esta afrenta de siglos.

Desde mi mundo
irremediablemente inverosímil
rodeada de abalorios
y amigos sin raíces
me aferro al tiempo
sin saber que existen los relojes

Estoy aquí
-mirando sin mirar-
recorridos vacíos de señales,
tropiezos, gestos sin historia
renovados laberintos
donde la gente y los autos compiten
con la lógica fría
de un semáforo en rojo.

Estoy aquí
-oyendo sin oír-
las voces absurdas de los claxones
el llanto inerme de los niños
la frívola sustancia del negocio
el susurro
la palabra soez
la cita presentida
el ahogo indeleble del que pide
o despoja por hambre.

Y miro sin mirar
-en mi vitrina-
el viejo péndulo
que amarra la palabra
de este cuerpo sin alma
que solloza.






Antes del olvido




Acaso es tarde.
No importa ya
que con favor del diablo
coloque mis jazmines en la acera,
mi zapato de tierra
en la ventana,
y me quede
en cuclillas,
aguardando,
que alguien golpee de una vez mi puerta.
No importa ya
que con las gotas
de un día que en la fiesta fue lluvioso,
yo moje mis cabellos y mejillas,
y me quede sentada,
parpadeando,
sobre el sillón de mimbre, en la penumbra.
Acaso es tarde.
Acaso el tiempo
me llegó de golpe
por andarme de madre,
por andarme de hija,
y este fuego nocturno
que sube por mis huesos,
este aullido feroz
que levanta mi sangre,
ya no son señales
para llamar a nadie.


Alguna vez creí.....



Alguna vez creí hablar contigo,
Neruda, allá en tu tierra; tú decías
que la primera música en Parral
fue el soplo virtuoso de la espiga,
y aquel silbido patriarcal del viento
llevando sobre el lomo su familia
de cartas sin destino, de hojarasca,
de lágrimas y páginas escritas.
Contabas que te hiciste compañero
del sol que madrugaba con la brisa.
Sobre la miel y el pasto quebradizo
tendiste la frazada de tu vida.
También contabas que al amor cantando
del hielo liberaste a la poesía.
Jamás te perdonaron los poetas
que honraban las estatuas de caliza,
la musa muerta, la ya fría lágrima
que le quitó el pañuelo a la mejilla.
Jamás te perdonaron los poetas
Tu nombre fue quemado en una pipa.
Volviste, tan alegre, de la hoguera.
Naciste, nuevamente, en tu ceniza.
Una pleamar de estrellas en el norte
levanta cada noche tu poesía.






martes, 13 de diciembre de 2011

Los Cómplices


Te decía en la carta
que juntar cuatro versos
no era tener el pasaporte a la felicidad
timbrado en el bolsillo,
y otras cosas más o menos serias
como dándote a entender
que desde antiguamente soy tu cómplice
cuando bajas a los arsenales de la noche
y pones toda tu alma
y la respiración
perfectamente controlada,
por mantener en pie tus rebeliones
tus milicias secretas
a costa de ese tiempo perdido
en comerte las uñas, en mantener a raya
tus palpitaciones,
en golpearte el pecho por los
malos sueños,
y no sé cuántas cosas más
que, francamente, te gastan la salud
cuando en el fondo
sabes que estoy contigo
aunque no te vea
ni tome desayuno en tu mesa
ni mi cabeza amanezca en tu pecho
como un niño con frío,
y eso
no necesita escribirse.



Angelus




Quién pudiera aprender los largos versos
que saben las oscuras golondrinas;
ellas retornan al oír el canto
de lo que fue un lejano Ave María.
Quién dijera de pronto al recordarme:
delante de una lámpara encendida
dejaba en cada línea de papel
los versos que las páginas perdían.
Solía al ver crecidas su melena,
su lágrima y su uña andar sombría.
Y le han crecido por andarse triste
en vez de cualquier cosa, margaritas.
Y que se diga un dulce cuento al niño:
bajó la muerte a ella cierto día
en que la lluvia se volvió una gota
sobre la rosa que perdió la vida.




Alma



No tengo más rebozo que la escarcha.

Un pájaro se calla en el silencio
de la tristeza niña de la tarde.

Mi alma atardecida busca el fuego
de los caminos breves de tu mano
donde quedó la boca de mi beso.

Te quiero, me decías y en mis hombros
venías a morirte de silencio.

Noche sin astros. Se enredó mi voz
con un silbido, y al hincharse el viento
fue al río, fue a los campos, fue a las jaulas
de trinos rotos que se mueren presos.

¿Qué sombra mi figura así encorvó?
¿Qué rayo ha ensombrecido mis cabellos?
Llévate ya este amor por ti encendido
porque en lejanas celdas yo me quemo.


lunes, 12 de diciembre de 2011

Algún día

Gifs Animados de Enamorados - Imagenes Animadas de Enamorados

Algún día escribiré un poema
que no mencione el aire ni la noche;
un poema que omita los nombres de las flores,
que no tenga jazmines o magnolias.

Algún día te escribiré un poema sin pájaros
ni fuentes, un poema que eluda el mar
y que no mire a las estrellas.

Algún día te escribiré un poema que se limite a pasar
los dedos por tu piel
y que convierta en palabras tu mirada.

Sin comparaciones, sin metáforas, algún día escribiré
un poema que huela a ti,
un poema con el ritmo de tus pulsaciones,
con la intensidad estrujada de tu abrazo.

Algún día escribiré un poema, el canto de mí dicha.







Vuelvo a ser yo misma


Cuando entro con mis hijos a su casa, vuelvo
a ser yo misma.
Desde su mecedora ella
nos siente llegar y alza la cabeza.
La conversación no es como antes.
Ella está a punto de irse.
Pero llego a esconder mi cabeza
en su regazo, a sentarme a sus pies. Y ella me contempla
desde mi paraíso perdido
donde mi rostro era otro, que sólo ella conoce.
Rostro por instantes recuperado
cada vez más débilmente
en su iris celeste desvaído
y en sus pupilas que lo guardan ciegamente.

Mensaje urgente a mi madre



Fuimos educadas para la perfección:
para que nada fallara y se cumpliera
nuestra suerte de princesa de cuentos
infantiles.
¡Cómo nos esforzamos, ansiosas por demostrar
que eran ciertas las esperanzas tanto tiempo
atesoradas!
Pero envejecieron los vestidos de novia
y nuestros corazones, exhaustos,
últimos sobrevivientes de la contienda.
Hemos tirado al fondo de vetustos armarios
velos amarrillentos, azahares marchitos
ya nunca más seremos sumisas ni perfectas.
Perdón, madre, por las impertinencias
de gallinas viejas y copetudas
que sólo saben cacarearte bellezas
de hijas dóciles y anodinas.
Perdón, por no habernos quedado
donde nos obligaban la tradición
y el buen gusto.
Por atrevernos a ser nosotras mismas
al precio de destrozar
todos tus sueños.


domingo, 11 de diciembre de 2011

Afrodita

Y está triste
como una silla abandonada
en la mitad del patio azul
Los pájaros la rodean
Cae una aguja
Las hojas resbalan
sin tocarla
          Y está triste
en mitad del patio
con la mirada baja
los pechos alicaídos
dos palomas tardas
Y un collar
sin perro
en la mano

       Como una silla ya vacía.







La brisa



La brisa toca con sus yemas
el suave envés de las hojas. Brillan
y giran levemente.
Las sobresalta y alza
con un suspiro, con otro. Las pone alerta.

Como los dedos sensitivos de un ciego
hurgan entre el viento las hojas;
buscan y descifran sus bordes,
sus relieves de oleaje, su espesor.
Cimbran
sus fluidas teclas silenciosas.