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domingo, 27 de noviembre de 2011

Romance de la lluvia



Corazón, bajo la lluvia
herido de amor te llevo;
te cerca el campo mojado,
la lluvia te dice versos,
el agua gime al caer
en tus abismos de fuego.
La roja tierra del monte
entreabre el húmedo seno;
en el regazo del valle
ríen los pétalos tersos,
y hacen blanco en el río
las flechas de los luceros.

Bajo la lluvia liviana
herido de amor te llevo;
muchas aguas han llovido
sobre tu herida de fuego;
muchas noches te han cegado,
muchas albas te han envuelto,
¡tengámonos a gustar
el dulce llanto del cielo!

Corazón, corazón mío,
descansa bajo mi pecho;
mira cómo se deshojan
las nubes de lento vuelo;
¡cierra la sangrienta boca
y dame un trago de sueño!

Descansa, viajero ardiente,
descansa, ya llegaremos
allá detrás de la lluvia
al claro allá de tu anhelo;
ya abrevarán en tu herida
aquellos labios sedientos,
ya templarán tus ardores
aquellos ojos sin tiempo,
ya bajarás al abismo
deleitoso de su pecho,
y anudarás tus latidos
a sus latidos eternos...

Corazón, bajo la lluvia
herido de amor te llevo:
por los labios de tu herida
silban rimando los vientos,
y el agua gime al caer
en tus abismos de fuego.





Me gusta andar de noche



Me gusta andar de noche las ciudades desiertas,
cuando los propios pasos se oyen en el silencio.
Sentirse andar, a solas, por entre lo dormido,
es sentir que se pasa por entre un mundo inmenso.

Todo cobra relieve: una ventana abierta,
una luz, una pausa, un suspiro, una sombra...
Las calles son más largas, el tiempo también crece.

¡Yo alcancé a vivir siglos andando algunas horas!


viernes, 25 de noviembre de 2011

Madrigal



Ven a mí que vas herido
que en este lecho de sueños
podrás descansar conmigo.

Ven, que ya es la media noche
y no hay reloj del olvido
que sus campanadas vierta
en mi pecho dolorido.

Tu retorno lo esperaba.
De un ángulo de mi vida
voz sin voz me lo anunciaba.



La isla




Deslizándome en el agua
hasta la Isla he venido.
He vagado entre sus brisas.
Y por su costa he corrido.

Del mar salí llena de algas,
con el bañador ceñido.
Y tras andar por la Isla,
bajo un árbol he dormido.

¡Qué soledad suntuosa!
¡Qué espléndida soledad!
¡Y qué fatigosa vida
la vida de la ciudad!


Día internacional contra la violencia de género





hoy lo volví a escuchar en las noticias,
un maltrato a una nueva mujer,

nunca tendrá más caricias,
ya nunca sabrá lo que es el querer,

maldigo al que daña a una mujer,
que la soledad lo envuelva por siempre,
que sepa lo que es vivir sin un querer,
que se pudra entre rejas hasta la muerte,

a ti mujer que estas envuelta en el dolor,
tu corazón llora lágrimas de sangre,
huye lejos de ese falso amor,
porque mañana quizás sea ya tarde

una flor para ti mujer,
mi cariño yo te entrego,
ojala vuelvas a tener,
un cariño verdadero. 



jueves, 24 de noviembre de 2011

Alameda


Alameda:
guarda bien
mis siete años primeros.

Y los siete
posteriores.

Y el carrusel luminoso
de mis primeros amores.

Alameda;
que yo volveré algún día
a recoger los mejores
¿sueños? de la infancia mía.


Dejando de amar




Ya no le digo te quiero a nadie,
he perdido el sur del vestido y las
costuras se abren, parezco una tela
inflexionada, una rota lana.
Me río de tanta lluvia, a veces
el aliento es iracundo y lunático,
la frescura y el atrevimiento
se han hecho detritus, pondero
por eso todo amor deshilachado,
me aceito de madrugadas pasivas
y al mirar por la ventana se va
aquel dramatismo de antaño,
aquella ira romántica que
ponía un precio a la aventura.


Espuma



Miro la espuma, su delicadeza
que es tan distinta a la de la ceniza.
Como quien mira una sonrisa, aquella
por la que da su vida y le es fatiga
y amparo, miro ahora la modesta
espuma. Es el momento bronco y bello
del uso, el roce, el acto de la entrega
creándola. El dolor encarcelado
del mar, se salva en fibra tan ligera;
bajo la quilla, frente al dique, donde
existe amor surcado, como en tierra
la flor, nace la espuma. Y es en ella
donde rompe la muerte, en su madeja
donde el mar cobra ser, como en la cima
de su pasión el hombre es hombre, fuera
de otros negocios: en su leche viva.
A este pretil, brocal de la materia
que es manantial, no desembocadura,
me asomo ahora, cuando la marea
sube, y allí naufrago, allí me ahogo
muy silenciosamente, con entera
aceptación, ileso, renovado
en las espumas imperecederas.



miércoles, 23 de noviembre de 2011

Ajeno



Largo se le hace el día a quien no ama


y él lo sabe. Y él oye ese tañido
corto y duro del cuerpo, su cascada
canción, siempre sonando a lejanía.
Cierra su puerta y queda bien cerrada;
sale y, por un momento, sus rodillas
se le van hacia el suelo. Pero el alba,
con peligrosa generosidad,
le refresca y le yergue. Está muy clara
su calle, y la pasea con pie oscuro,
y cojea en seguida porque anda
sólo con su fatiga. Y dice aire:
palabras muertas con su boca viva.
Prisionero por no querer, abraza
su propia soledad. Y está seguro,
más seguro que nadie porque nada
poseerá; y él bien sabe que nunca
vivirá aquí, en la tierra. A quien no ama,
¿cómo podemos conocer o cómo
perdonar? Día largo y aún más larga
la noche. Mentirá al sacar la llave.
Entrará. Y nunca habitará su casa.



Al fuego del hogar




Aún no pongáis las manos junto al fuego.
Refresca ya, y las mías
están solas; que se me queden frías.
Entonces qué rescoldo, qué alto leño,
cuánto humo subirá, como si el sueño,
toda la vida se prendiera. ¡Rama
que no dura, sarmiento que un instante
es un pajar y se consume, nunca,
nunca arderá bastante
la lumbre, aunque se haga con estrellas!
Este al menos es fuego
de cepa y me calienta todo el día.

Manos queridas, manos que ahora llego
casi a tocar, aquella, la más mía,
¡pensar que es pronto y el hogar crepita,
y está ya al rojo vivo,
y es fragua eterna, y funde, y resucita
aquel tizón, aquel del que recibo
todo el calor ahora,
el de la infancia! Igual que el aire en torno
de la llama también es llama, en torno
de aquellas ascuas humo fui. La hora
del refranero blanco, de la vieja
cuenta, del gran jornal siempre seguro.
¡Decidme que no es tarde! Afuera deja
su ventisca el invierno y está oscuro.
Hoy o ya nunca más. Lo sé. Creía
poder estar aún con vosotros, pero
vedme, frías las manos todavía
esta noche de enero
junto al hogar de siempre. Cuánto humo
sube. Cuánto calor habré perdido.
Dejadme ver en lo que se convierte,
olerlo al menos, ver dónde ha llegado
antes de que despierte,
antes de que el hogar esté apagado.

                                                                                  



  

Hilando



("La hilandera de espaldas", del cuadro de Velázquez)

Tanta serenidad es ya dolor.
Junto a la luz del aire
la camisa ya es música, y está recién lavada,
aclarada,
bien ceñida al escorzo
risueño y torneado de la espalda,
con su feraz cosecha,
con el amanecer nunca tardío
de la ropa y la obra. Este es el campo
del milagro: helo aquí,
en el alba del brazo,
en el destello de estas manos, tan acariciadoras
devanando la lana:
el hilo y el ovillo,
y la nuca sin miedo, cantando su viveza,
y el pelo muy castaño
tan bien trenzado,
con su moño y su cinta;
y la falda segura; sin pliegues, color jugo de acacia.

Con la velocidad del cielo ido,
con el taller, con
el ritmo de las mareas de las calles,
está aquí, sin mentira,
con un amor tan mudo y con retorno,
con su celebración y con su servidumbre.


viernes, 18 de noviembre de 2011

Enigma




Con todos los rumores que, mezclados,
suben a lo infinito,
ha querido formar el hombre, ansioso,
de libertad el sacrosanto himno.

Notas, murmullos, huracanes, risas,
palabras y suspiros,
nada es bastante; el himno deseado
siempre incompleto resonó en mi oído.

Mientras me lleve por el mar del mundo
la nave del martirio,
no espero ya escucharlo; falta un eco
universal, espléndido y divino.

Tal vez la eternidad es solamente
quien guarda ese sonido,
y el velo de la muerte cubre el arpa
donde resuena el suspirado himno.


Ayer y hoy




-¿Qué es la existencia, y qué es un juramento?
-te dije ayer, y respondiste tú-:
-un juramento es dar la fe de un alma,
y la vida es amor, amor y luz.

Hoy, lo mismo que ayer, yo te pregunto
y sonriendo me respondes ya:
-Un juramento, un eco que se pierde;
la vida, horas que llegan... y se van.




La pera verde podrida




Iba un día con su abuelo
paseando un colegial
y debajo de un peral
halló una pera en el suelo.
Mírala, cógela, muerde;
mas presto arroja el bocado,
que muy podrida de un lado
estaba y del otro verde.
Abuelo, ¿cómo será
decía el chico escupiendo,
que esta pera que estoy viendo
podrida, aunque verde, está?
El anciano con dulzura
dijo: vínole ese mal
por caerse del peral
sin que estuviera madura.

Lo propio sucede al necio
que, estando en la adolescencia,
desatiende la prudencia
de sus padres con desprecio;
al que en sí propio confía
como en recurso fecundo
e ignorando lo que es mundo
engólfase en él sin gúia.
Quien así intenta negar
la veneración debida
en el campo de la vida
se pudre sin madurar.




miércoles, 16 de noviembre de 2011

El nombre







Clementina soy,
Clementina era.

Otro tiempo estuve
de temores llena:
mi nombre era largo
igual que una queja
y me hería el alma
si mis compañeras,
queriendo enojarme,
lanzaban sus flechas:
“¡Qué bonito nombre!”
-decía una de ellas-,
“mas no es para ti:
nombre es de princesa”.
Y mi nombre a otra
causaba extrañeza.
Yo dentro sentía
la envidia despierta
con sus claros nombres
de María o Pepa.

Clementina soy,
Clementina era.

Pero un año huye
y otro nos gobierna.
El nombre que antes
tímida me hiciera
y volvióse luego
dulce cantinela
en desnudo labio
-yo lo digo- era
de pronto mi honor,
maravilla era.
Para mí no hay nombre
más bello en la tierra
como el que el amado
muy dulce dijera
y en hondos rincones
de mi alma entra,
sube a mi cerebro
mis párpados cierra.

Del cielo de amor
caía una estrella…
Ahora el nombre brilla
sobre mi cabeza.

Clementina soy,
Clementina era.









Un pedazo de tierra




Un pedazo de tierra,
es también paz y sombra y compañía.
Además de pedazo de tierra.

Es amor en la ausencia
y es la caricia grata
que da la compañera.
Además de pedazo de tierra.

Es el hijo que nace igual que las espigas
y los granos de trigo.
Es la novia, la madre y el amigo.
Además de pedazo de tierra.

Es casi el corazón latiendo a gritos
en la pz de los patios.
Es algo que jamás se nos separa,
algo que está en nosotros.
Además de pedazo de tierra.

Es canto que se pega a los labios
como un beso del viento.

Es el temblor del agua en el invierno
y el verano sediento.

Un pedazo de tierra es compañía
porque es sangre y espíritu
y nos hace vivir
con la diafanidad de la poesía.

Un pedazo de tierra
es sepulcro
y es grata compañía...










martes, 15 de noviembre de 2011

Canción que te hizo dormir




La noche del mundo:
¡qué largos cabellos!...
Los suelta en la torre,
la torre del viento.

Los peina en el valle,
los trenza en el cerro,
los abre en las ramas
frías del almendro.

¡La noche del mundo:
qué oscuro su cuerpo!...
En él transforman
las cosas del suelo:
el lirio descalzo
se calza de acero;
el loro se vuelve
piedra de silencio;
la errante neblina,
ángel medio ciego;
y el naranjo en flor,
un oso de hielo.

La noche del mundo:
¡qué nombre de sueño,
qué barca volante,
qué tiempo sin tiempo!


Que es poesía cerca de mi mar


La  poesía como arte, es un instrumento,
como desahogo del alma una virtud,
quien se despoja de las inmundicias
para escribir los sentimientos que están en el corazón,
siempre ganará la creación hecha con ilusión.
  
 La precariedad de nuestra vida,
¡qué poco nos damos cuenta¡
si pudiéramos lanzar las campanas al vuelo,
veríamos realizados todos nuestros sueños.
  
Cuando me voy alejando de mi paisaje,
deleitándome cada milímetro de lo que miro,
mi retina se lleva los colores, los árboles, mi mar,
y cuando entro en  las llanuras de Castilla,
mi alma se va entristeciendo, mis colores ya no están.
 
El descubrimiento diario, con los ojos de mi visión,
miro y lo contemplo todo,
¡bendito mi mar¡
hoy tiene un azul añil, pero está en calma,
ya ha pasado el temporal, y las olas han cogido su ritmo tranquilo,
vienen y retroceden a su dueña, seguridad de hogar.
 



Mi realidad frente al mar



No es un cuento, ni una leyenda,
es mi propia vida, es la realidad,
sentada en mi roca, al fondo de los abismos,
oigo mi dulce canción,
las aguas rompiendo,
 uniéndose en un mismo cantar.
  
Contemplo todo con la misma ansiedad,
mi manto blanco sobre las rocas,
mi amo y señor, 
caminando por senderos,
todo me lleva a la dimensión 
sin igualdad.
 
Vuelo alto hacia el cielo,
soy gaviota volando sobre el mar,
picoteo lentamente el sabor salado de mis aguas,
cuando bajo y te rozo con mi piel.
  
Tu aroma, tu sabor, 
lo llevo tan dentro de mi,
que solo vivo llena de energía sobrenatural,
cuando estoy lejos de ti,
sabiendo, que a no muy tardar 
volveré a mi lugar.
  
Cuando volando me alejo,
solo espero y sueño,
volver a oír decir con tu sonido
mi nombre que tan bien sabes decir:
¡Katy, tu perteneces aquí!


 




miércoles, 9 de noviembre de 2011

Barajando recuerdos






Barajando recuerdos
me encontré con el tuyo.
No dolía.
Lo saqué de su estuche,
sacudí sus raíces
en el viento,
lo puse a contraluz:
Era un cristal pulido
reflejando peces de colores,
una flor sin espinas
que no ardía.
Lo arrojé contra el muro
y sonó la sirena de mi alarma.
¿Quién apagó su lumbre?
¿Quién le quitó su filo
a mi recuerdo-lanza
que yo amaba?


Carta al tiempo





Estimado señor:
Esta carta la escribo en mi cumpleaños.
Recibí su regalo. No me gusta.
Siempre y siempre lo mismo.
Cuando niña, impaciente lo esperaba;
me vestía de fiesta
y salía a la calle a pregonarlo.
No sea usted tenaz.
Todavía lo veo
jugando ajedrez con el abuelo.
Al principio eran sueltas sus visitas;
se volvieron muy pronto cotidianas
y la voz del abuelo
fue perdiendo su brillo.
Y usted insistía
y no respetaba la humildad
de su carácter dulce
y sus zapatos.
Después me cortejaba.
Era yo adolescente
y usted con ese rostro que no cambia.
Amigo de mi padre
para ganarme a mí.
Pobrecito el abuelo.
En su lecho de muerte
estaba usted presente,
esperando el final.
Un aire insospechado
flotaba entre los muebles
Parecían más blancas las paredes.
Y había alguien más,
usted le hacía señas.
El le cerró los ojos al abuelo
y se detuvo un rato a contemplarme
Le prohibo que vuelva.
Cada vez que los veo
me recorre las vértebras el frío.
No me persiga más,
se lo suplico.
Hace años que amo a otro
y ya no me interesan sus ofrendas.
¿Por qué me espera siempre en las vitrinas,
en la boca del sueño,
bajo el cielo indeciso del domingo?
Sabe a cuarto cerrado su saludo.
Lo he visto con los niños.
Reconocí su traje:
el mismo tweed de entonces
cuando era yo estudiante
y usted amigo de mi padre.
Su ridículo traje de entretiempo.
No vuelva,
le repito.
No se detenga más en mi jardín.
Se asustarán los niños
y las hojas se caen:
las he visto.
¿De qué sirve todo esto?
Se va a reír un rato
con esa risa eterna
y seguirá saliéndome al encuentro.
Los niños,
mi rostro,
las hojas,
todo extraviado en sus pupilas.
Ganará sin remedio.
Al comenzar mi carta lo sabía.





  






Llegarán los almendros




Llegarán los almendros en flor a tu ventana
huídos de mi pensamiento,
y el temblor del olivo
que se estremece al paso de la noche.

Pero yo, cada vez más perdida en tus palabras,
no tendré fuerza para llegar hasta tu puerta,
me quedaré vagando por las calles,
desgranando temores por la tierra de Kampa,
dialogando confusa con el aire,
bailando cortesmente con el río la danza de la muerte,
con delicados arabesques
y oscuras reverencias.

No intentaré siquiera hablarte con la lluvia,
ni cabalgar el viento
y escondida en sus crines
devolverte el perfume de las rosas

que tú de un solo gesto, de una vez para siempre,
has desenterrado para mí
con toda la encendida primavera.


martes, 8 de noviembre de 2011

Homenaje a García Lorca






Se arranca el perro asirio de las sombras
y, a su primer aullido,
luna y estrellas hacia el sueño ascienden
mientras el sol,
aún desde su negra efigie,
inicia el gesto.
Tu viaje nocturno es ya metáfora.
Se pone en pie
la salvaje frescura de la aurora.


Doble herida






Este ir de la vida a la escritura
y volver de la letra a tanta vida,
ha sido larga, redoblada herida
que se ha tragado el tiempo en su abertura.

Abierto como res por la lectura,
le entregué las entrañas, y la vida,
queriendo rehacerlas, conmovida,
en ellas imprimió su quemadura.

Doble traición, porque la una resta
lo que la otra necesita entero:
el ser de carne y sueño, la respuesta

que deje al fin saciado al heredero
de tanta boda rota y tanta fiesta
partida por cuchillo doble y fiero.


Cola




Detrás de él va un niño
que lleva un suéter rojo
que va detrás de un viejo
que tiene un sombrerito,
detrás de una señora
con una saya azul,
que va detrás de un perro
que va detrás de un coro
de marineros rusos,
detrás de una muchacha
públicamente hermosa,
que va detrás de un ciego
detrás de su bastón,
que va detrás de un día
color de cornetín,
que va detrás de un ciervo
que se perdió en el bosque,
detrás de las Cabrillas
y de la Cruz del Sur,
que va detrás de un beso
detrás de una postal,
que va detrás de un manco,
de un cojo y de un ciempiés,
detrás de un apagón,
detrás de dos paraguas
que van detrás de Arthur
detrás de sus camellos
que van detrás de todo
con todas las banderas
las herramientas todas
y con soldados mil.

Yo voy detrás de usted.


lunes, 7 de noviembre de 2011

Amor





Si vieras en qué playa te he querido
y en qué estrella te ocultas invencible,
qué acentos de mi voz has escogido,
hasta dónde te hunde lo imposible
desde mi sueño al tuyo melodioso
como una clara ola que me inunda.

Cruzáramos los dos el negro foso
de la tierra y el mar que nos circunda,
y cruzáramos más: la tibia fuente
de luz definidora, el campo serio
de flor que nos aguarda, y, lentamente,
hiciéramos de amor un fijo imperio.