Que no le sirvan otra cosa,
no foca, no cazón, tonina,
tanto animal del agua.
A la sirena hay que pedirla con cabeza.
Más importante aun que el ajo,
el estragón, pimienta y sal;
antes de ponderar
el cuerpo que Alavesa
le otorga a sus riojas,
o hacer alto homenaje a la cosecha
85 de Burdeos,
hay que mirar de frente a la sirena;
acariciar su cara desvaída,
limpiar de caracoles sus cabellos.
Primero que cerner
su cuerpo al infiernillo,
sin macerar siquiera, fresca todavía,
olerle el cuello,
deletrear a su oído la palabra percebe
y ver si resucita.
Si no responde sentirás el hambre.
Es el momento de cerrar sus ojos para siempre,
pedir que la retiren de la mesa
para dejarla en manos de pinche y cocinero.
Bon apétit
—de aperitivo oporto.