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miércoles, 16 de noviembre de 2011

El nombre







Clementina soy,
Clementina era.

Otro tiempo estuve
de temores llena:
mi nombre era largo
igual que una queja
y me hería el alma
si mis compañeras,
queriendo enojarme,
lanzaban sus flechas:
“¡Qué bonito nombre!”
-decía una de ellas-,
“mas no es para ti:
nombre es de princesa”.
Y mi nombre a otra
causaba extrañeza.
Yo dentro sentía
la envidia despierta
con sus claros nombres
de María o Pepa.

Clementina soy,
Clementina era.

Pero un año huye
y otro nos gobierna.
El nombre que antes
tímida me hiciera
y volvióse luego
dulce cantinela
en desnudo labio
-yo lo digo- era
de pronto mi honor,
maravilla era.
Para mí no hay nombre
más bello en la tierra
como el que el amado
muy dulce dijera
y en hondos rincones
de mi alma entra,
sube a mi cerebro
mis párpados cierra.

Del cielo de amor
caía una estrella…
Ahora el nombre brilla
sobre mi cabeza.

Clementina soy,
Clementina era.









Un pedazo de tierra




Un pedazo de tierra,
es también paz y sombra y compañía.
Además de pedazo de tierra.

Es amor en la ausencia
y es la caricia grata
que da la compañera.
Además de pedazo de tierra.

Es el hijo que nace igual que las espigas
y los granos de trigo.
Es la novia, la madre y el amigo.
Además de pedazo de tierra.

Es casi el corazón latiendo a gritos
en la pz de los patios.
Es algo que jamás se nos separa,
algo que está en nosotros.
Además de pedazo de tierra.

Es canto que se pega a los labios
como un beso del viento.

Es el temblor del agua en el invierno
y el verano sediento.

Un pedazo de tierra es compañía
porque es sangre y espíritu
y nos hace vivir
con la diafanidad de la poesía.

Un pedazo de tierra
es sepulcro
y es grata compañía...