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miércoles, 23 de noviembre de 2011

Hilando



("La hilandera de espaldas", del cuadro de Velázquez)

Tanta serenidad es ya dolor.
Junto a la luz del aire
la camisa ya es música, y está recién lavada,
aclarada,
bien ceñida al escorzo
risueño y torneado de la espalda,
con su feraz cosecha,
con el amanecer nunca tardío
de la ropa y la obra. Este es el campo
del milagro: helo aquí,
en el alba del brazo,
en el destello de estas manos, tan acariciadoras
devanando la lana:
el hilo y el ovillo,
y la nuca sin miedo, cantando su viveza,
y el pelo muy castaño
tan bien trenzado,
con su moño y su cinta;
y la falda segura; sin pliegues, color jugo de acacia.

Con la velocidad del cielo ido,
con el taller, con
el ritmo de las mareas de las calles,
está aquí, sin mentira,
con un amor tan mudo y con retorno,
con su celebración y con su servidumbre.


viernes, 18 de noviembre de 2011

Enigma




Con todos los rumores que, mezclados,
suben a lo infinito,
ha querido formar el hombre, ansioso,
de libertad el sacrosanto himno.

Notas, murmullos, huracanes, risas,
palabras y suspiros,
nada es bastante; el himno deseado
siempre incompleto resonó en mi oído.

Mientras me lleve por el mar del mundo
la nave del martirio,
no espero ya escucharlo; falta un eco
universal, espléndido y divino.

Tal vez la eternidad es solamente
quien guarda ese sonido,
y el velo de la muerte cubre el arpa
donde resuena el suspirado himno.