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jueves, 6 de octubre de 2011

El pan y la sal...



De una casa a otra se enviaban saludos,
las cintas de humo azul de los hogares
y, con las filtraciones de las primeras luces,
algunas nubes lentas.

Entre una casa y otra los silencios
eran ruidos de platos,
una flor esmaltada en unas tazas, el murmullo
de las copas de vidrio.

Desde hace algunos años
es un pueblo vacío,
uno de esos lugares que ya no necesita del crepúsculo.

Los muros de las casas
se han ido acostumbrando
al desfallecimiento, a los rigores
de las viejas moreras, de las parras silvestres.
En medio de las plazas,
al final de las calles, las sombras de las cosas
permanecen inmóviles,
nos hablan desde fuera del tiempo.

Ahora el cielo está quieto como un campo sin nada,
como el hombre sentado que lo mira.

Como el que en la maleza
busca aún las canciones perdidas de los niños,
algunas nubes lentas para la intimidad,
para el regreso.


martes, 4 de octubre de 2011

Los caminos después de la lluvia



Desde que era muy niño, saltaba de alegría
cuando la fresca lluvia de los cielos caía.


Chorros de los tejados, vuestro rumor tenía
el divino silencio de la melancolía.


Los niños con las manos tapaban sus oídos,
y oyendo con asombro los profundos sonidos


del corazón, que suena como si fuera el mar,
sentían un deseo supremo de llorar.


Y como por la lluvia, todo era interumpido,
se bañaban las cosas en un color de olvido.


Y vagaban las mentes en un ocio divino,
muy propicio a los cuentos de Simbad el Marino.


Las lluvias de mi tierra me enseñaron lecciones...
con Alí Babá, pasan los cuarenta ladrones.


Y cantaban mis sueños en la noche lluviosa:
Lámpara de Aladino, lámpara milagrosa!


Y al caer de la lluvia, la criada más antigua
desgranaba sus cuentos en una forma ambigua.


Otro de los milagros que en la lluvia yo canto
es que, al caer sus linfas, se pone un nuevo manto


mi ciudad, que al lavarse... yo pienso en una de esas
austeras e impecables ciudades holandesas:


una ciudad lavada, sin polvo, nuevecita,
donde reza el aseo de su plegaria bendita...


Son todos los caminos como flor de aventura
para el dulce Quijote de la Triste Figura.